A pedir de los cinco grandes
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POR Martín Spagnuolo
Newell’s, Vélez, Estudiantes, Banfield, Lanús, Argentinos y Arsenal. Todos estos clubes pudieron sentir la gloria en los últimos 15 años. De manera repetida, por única o por primera vez, estos siete privilegiados lograron sortear todos los obstáculos que se le suelen plantear a los clubes chicos para sobreponerse a los cinco más poderosos y dar una vuelta olímpica en el torneo doméstico. Es mi pronóstico: ya no volverá a ocurrir. Salvo alguna ocasión particular en la que se den una serie de circunstancias que favorezcan a un equipo chico para que pueda prevalecer en un campeonato de 30 fechas, los que terminen primeros serán mayormente Boca, River, Independiente, San Lorenzo y Racing. No es una ninguna novedad, sólo alcanza con mirar las tablas históricas del fútbol argentino pero, por otra parte, determinadas decisiones tomadas en la nueva gestión de la AFA y la Superliga (sumadas a otras heredadas) intendencia. Uno de los puntos de conflicto más habituales es la desigualdad económica. Los clubes grandes reciben más dinero en el reparto por los derechos de televisión (un escenario que probablemente se mantendrá durante la Superliga) y, como consecuencia, están mejor parados a la hora de armar planteles competitivos. Suelen tener un equipo titular y uno entero de suplentes, mientras que el resto de los mortales apenas
pueden tener un banco digno de presentar (aunque generalmente tienen a juveniles sin experiencia ni roce en Primera División). Esta situación incluso se da cuando están endeudados, como Independiente y River, que incorporan futbolistas cuando empiezan a salir de los problemas financieros, mientras que clubes como Temperley y Atlético Rafaela, completamente saneados, mantienen sus números organizados y pelean por el descenso. En estos casos, un torneo corto
favorecería la competitividad porque, de otra manera, los grandes terminan contando con mayor recambio ante lesiones y sanciones lógicas después de tantas fechas de competencia. A estas cuestiones se suma un mayor peso en la AFA. Guste o no, los clubes grandes influyen en la toma de decisiones. Ya sea para cambiar a un árbitro porque no les gusta, presionar para jugar con su público ante un club chico desesperado por hacer la diferencia económica, o cambiar fechas a gusto para que sus jugadores siempre estén “frescos”. Y como si esto fuera poco, se suma el peso específico que tienen las camisetas de los cinco poderosos ante los ojos de un árbitro. Vale recordar la triste final de la Copa Argentina entre Boca y Rosario Central, y los polémicos goles anulados a Tigre sobre River y a Banfield sobre Boca. La idea no es que dejen de ganar los grandes. Por el contrario, el objetivo es que haya igualdad y un fútbol más entretenido.