De escritores y lectores

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“Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”, escribió Jorge Luis Borges en su poema “El lector” con su lucidez habitual.

Esta frase, al margen de la falsa modestia del escritor, dejó en claro la enorme pasión que el autor de “Ficciones” tenía por la lectura, que comenzó en su niñez.

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899, y justicieramente se eligió esa fecha para conmemorar el Día del Lector.

Hace seis años, y con aprobación de ambas cámaras en el Congreso, era promulgada esta ley que reconocía la divulgación de las letras y de reconocimiento a la obra y a la trayectoria de la máxima figura de la literatura nacional.

El proyecto, asimismo, destaca: “La democracia presupone y necesita de ciudadanos lectores que sepan entender y manejarse en el cúmulo de textos que se producen en la actualidad. Para ello, no basta sencillamente con saber deslizar los ojos por el texto, sino que es preciso saber decodificar significados, voces e intenciones”.

Al margen de la ley leer es uno de los enormes placeres que tenemos a mano. Es posible que muchos hayan perdido valiosas horas de sueño porque un atrapante libro les impidió apagar el velador y siguieron leyendo hasta entrada la madrugada.

A margen de la cama, la lectura es posible en cualquier espacio que sólo ofrezca un poco de luz. Desde el colectivo, y hasta un atiborrado vagón del Roca en hora pico, una sala de espera del consultorio del dentista o una escala extensa en un aeropuerto.

Los bares, esos bonitos y no tan ruidosos, son otro ámbito ideal para la lectura, con un humeante pocillo de café sobre la mesa. Las vacaciones son otro gran momento, en especial al que tiene su agenda demasiado ocupada durante el resto del año.

La placidez del hogar, la intimidad de una habitación y también el banco de una plaza se prestan como anillo al dedo para leer placenteramente ése que tenían que pensado agarrar desde hace tiempo, ya sea uno recién salido de imprenta o uno desvencijado y con las hojas amarillentas con olor a humedad.

Claro está que las bibliotecas son desde hace siglos, el lugar ideal para la lectura, tanto por el silencio como por la cantidad de títulos a disposición. “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”, dijo en una oportunidad Jorge Luis Borges.

 

 

 

 

 

 

 

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