El cuento de un lomense sobre una experiencia de Cortázar ganó un concurso internacional
EMOCIÓN. Federico Guerra escribió el cuento "Fibra Patria" que imagina qué sintió Cortázar, de 9 años, durante la histórica pelea de Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey.
En la entrega de premiaciones a los ganadores del Concurso Literario Internacional "Tras las huellas de Cortázar", un evento organizado por el Centro Cultural Mariano Moreno de Banfield, el lomense Federico Guerra se quedó con el primer puesto en la Categoría Narrativa Adultos gracias a su cuento "Fibra Patria", un texto que imagina qué sintió Cortázar, de 9 años, durante la histórica pelea de Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey.
Guerra es periodista y también se desempeña como escritor: "Me dieron la posibilidad de poder leer, ante el público y el jurado, mi cuento con el que fui ganador de la categoría en la que participé. Fue un momento muy cálido que disfruté muchísimo".
Me dieron la posibilidad de poder leer, ante el público y el jurado, mi cuento con el que fui ganador de la categoría en la que participé. Fue un momento muy cálido que disfruté muchísimo.
"Fibra Patria" es una recopilación de una historia real de la vida de Julio Cortázar, la cual fue ficcionalizada como cuento. "El relato se basa en lo que él volcó en uno de sus cuentos respecto a una pelea de boxeo que escuchó por radio en 1923, en su casa de Banfield. Lo que hice en mi texto es imaginar qué sintió ese pequeño Cortázar, de 9 años, ante el evento deportivo", explicó el lomense.
El jurado compuesto por los escritores locales Jorge Rampinini, Cecilia Santoro y Mariano Bucich fueron los encargados de entregarle a Federico un diploma a modo de distinción por su logro. Es importante mencionar que Jeremías Soria fue el ganador en la Categoría Jóvenes por su cuento "El reloj de plata", mientras que Andrés Norberto Baodoino se llevó el primer puesto en la Categoría Poesía Adultos gracias a su escrito "Laberintos" entre aproximadamente 90 obras participantes.
"Estar ahí, recibiendo un premio, es algo muy lindo y emocionante. Este tipo de distinciones me da impulso y ganas de seguir escribiendo para marcar una huella", concluyó, feliz.
"FIBRA PATRIA", EL CUENTO GANADOR
Una cosquilla corroía al niño Julio. Ese día era distinto. El despertar en su casa de Banfield, Rodríguez Peña 585, tenía un aire primaveral a finales de un invierno que lo tuvo entre heladas y lecturas. Sus libros, sus cuentos. Imaginación que ya saltaba como en una rayuela de idea en idea y buscaba el cielo.
"La pelea del siglo", anunciaban los diarios. El argentino Luis Ángel Firpo y el estadounidense Jack Dempsey. Frente a frente. La patria misma jugándose en duelo en el Norte del continente. Era promesa de sufrir y, tal vez, gozar.
Aquel niño miró ese receptor de la casa y soñó con que de allí saldrían las voces de una victoria épica y heroica de ese boxeador tozudo, del que más tarde escribiría algún recuerdo que aún no había vivido. Miró el techo de la casa con ilusión inspiradora. Soñó. Y abrazó esa caja de sonidos casi tanto como a las páginas de aventura en las que, cada noche, ingresaba para indigestarse de acción y de coraje.
"Yo tenía nueve años, vivía en el pueblo de Banfield, y mi familia era la única del barrio que lucía una radio, caracterizada por una antena exterior realmente inmensa, cuyo cable remataba en un receptor del tamaño de una cajita de cigarros, pero en el que sobresalían brillantemente la piedra de galena y mi tío, encargado de ponerse los auriculares para sintonizar con gran trabajo la emisora bonaerense que retransmitía la pelea", contaría años después sobre aquel 14 de septiembre de 1923.
A la hora del box, su casa se llenó de vecinos de todos lados ávidos por saber qué ocurría en los Estados Unidos. Su tío llegó muy temprano para encender aquella radio que era dueña del momento. Única en el barrio. Todo se vivió como un jadeo incesante que contagiaba adrenalina entre los que habían atravesado aquella llanura bonaerense para esperar que la narración espete la victoria.
Las lámparas calientes del receptor abrasaban en cada gancho, uppercat y guapeza. Fueron dos minutos y medio de un combate ardiente en el Polo Grounds de Nueva York que llegaba hasta Banfield en tiempo casi irreal. El niño Julio desesperado salía al jardín, volvía a entrar a la casa.
Firpo se levantaba una y otra vez y el aire pasaba de espeso a fresco en cuestión de segundos. El argentino dejó a Dempsey contra las cuerdas y lo sacó del ring. Y la algarabía, que llegó como en ecos desde la radio, fueron sombreros al aire y puños de felicidad. De éxtasis. Julio era también un boxeador, un retador de su sombra, que ganaba la corona.
Contó luego aquel niño que "después la radio se perfeccionó rápidamente, aparecieron los altavoces, las lámparas, y esas palabras que eran la magia de mi infancia".
Julio corría por esa llanura casi tan ágil como ese tren humeante que iba a Constitución. Era el mismo viento que atravesaba paredes, muros y prejuicios. Pero su tío desató un final inesperado. En el segundo asalto todo se desplomó. Dempsey, quien derribó nueve veces a Firpo, le ganó finalmente por nocaut en la segunda vuelta.
Aquella proeza fue inmensa por la pelea. Por la radio que contó la aventura deportiva. Y porque aquel pequeño lloró mucho. Una tristeza lo hizo retroceder en su rayuela hasta el infierno más hondo de sus sentimientos. Una herida abierta en el corazón de aquel llano y campero Banfield. Y bajo emoción, aún con el tiempo ya pasado, el propio Julio sentenció que aquella "fue nuestra noche triste; yo, con mis nueve años, lloré abrazado a mi tío y a varios vecinos ultrajados en su fibra patria".