La Unión | LOMAS

Etchegaray, el vecino de Banfield que fue testigo de tres décadas de historia

TIENE 88 AÑOS Y ES UN EJEMPLO DE RECTITUD Y OBSTINACIÓN. De Alfonsín a Cristina, fue el escribano general de Gobierno por 32 años, cuando participó del traspaso de mando de todos los presidentes de la democracia, ?unos de mucha presencia y otros de paso fugaz?.

Con la persistencia y la obstinación de quien se propone hacer lo correcto y con la suerte de estar en las coordenadas y tiempo indicados, el vecino de Banfield oriundo de Tandil Natalio Etchegaray logró ser el escribano general de Gobierno de la Nación durante 32 años, en una carrera que involucró no sólo la pasión por las formas legales, sino también el compromiso con la historia de su país y uno de los productos culturales más importantes que han surgido en la cuidad de Buenos Aires y la de Montevideo: el tango.

“Yo siempre quise hacer las paredes derechas. Mi madre fue mi inspiradora. Tenía una gran inquietud cultural”, confiesa Etchegaray, quien fue el único tandilense de su camada en seguir el secundario, un derrotero que lo llevó hacia el Derecho por el capricho de la circunstancia. “Yo hubiera querido ser médico. Pero en Tandil sólo se podía estudiar Derecho”, confía y destaca lo mejor de haberse convertido en escribano, que es un “profesional en ejercicio de una función pública”: “Se está muy cerca de la gente, con la realidad y no con la patología, como lo están el médico o el abogado”.

Así, a este profesional destacado y minucioso le llegó su gran oportunidad. En 1957, la fortuna quiso que se hiciera en Tandil la primera Jornada Notarial de la Provincia de Buenos Aires. “Ahí me encontré con unos señores capos del notariado que me dejaron maravillado. Y a su vez, como yo era bastante inquieto y joven, ellos me distinguieron y me contaron que Emérito González necesitaba un escribano en Lanús. Me vine. Era soltero, quería casarme y no llegaba nunca”, relata.

“Emérito me dio todo lo que puede dar una persona. Me dio un sueldo, una participación en la escribanía, la posibilidad de que pudiera tener el honorario de un cliente para mí y me consiguió un crédito en el Hipotecario para comprarme el departamento. Ahí estuve en Lanús viviendo hasta que hace poco más de 50 años me mudé a Lomas”, agrega.

Su llegada a Lomas tuvo que ver con el mérito. “Hasta que Oscar Alende fue gobernador, el registro de escribanos siempre estuvo ligado a la buena gana que tuviera el gobernador de turno, porque lo daba como concesión graciosa el Poder Ejecutivo”, detalla.

Etchegaray participó en 1961 del primer concurso, al que se presentaron 500 personas. “Yo tuve la suerte de sacar el número 1. Porque como tuve la suerte de trabajar con Emérito, aprendí muchísimo. Me dijo: ‘Yo lo traigo acá para que usted colabore en la escribanía para que yo pueda ir a la universidad’. Pero al día siguiente me llevó. Fue extraordinario. Cuando llegó el concurso, que había en toda la Provincia, no estaba en Lanús. Había en Avellaneda y en Lomas. Por eso terminé viviendo acá”, resume cómo llegó a tener su escribanía en Lomas por varias décadas.

Finalmente, como esas cosas que ya son imparables, se le abrió una gran puerta. “Con la elecciones de Alfonsín, Juan Carlos Pugliese, con quien yo había trabajado en Tandil, me llama y me dice: ‘Le voy a pedir al Presidente que vos vengas de interventor a nuestro pueblo, a la Universidad Nacional del Centro’. Le digo: ‘¡No!’, me tengo que ir a Tandil con el frío que hace. Y Alfonsín le dice que sí. Así que el 31 de diciembre del ‘83, me fui a Tandil para hacerme cargo de la universidad”.

Y aquella recomendación fue clave. “Cuando Alfonsín necesitó un escribano, recordó que Pugliese le había hablado tan bien de mí para que me mandara de rector, que dijo: ‘¿Un escribano? El que me dijo Pugliese’”, cuenta.

"El trabajo me fue marcando el destino. Soy una persona de muchísima suerte. Hay gente que se prepara mucho y no la tiene."

Así se convirtió en el 7° escribano general de la Nación, un puesto que ocupó hasta su renuncia, 32 años después. “Porque Garrido padre fue el 4°. Garrido hijo fue el 5°. Y el 6° fue el del Proceso. Como él había sido ministro de Isabel, lo sacaron”, evoca y define: “El escribano es la persona última que certifica con su firma y sello que ese acto es legal, porque se han cumplido las formas”.

De su paso por el Gobierno, participó del traspaso de mando de todos los presidentes de la democracia hasta Cristina, incluso en el de los intermediarios de 2001, figuras a quienes fue “radiografiando” (Ver “Los presidentes”).

“No hay tipo más solo que el presidente, pero tiene que delegar. Es prisionero con gusto y cuidado al elegir. Es una persona que tiene en sus manos tanto poder, cada decisión no tiene cómo compartirla. Escucha A, escucha B y escucha C, y vueltas y cosas”, describe Etchegaray, quien en ese sentido recuerda el episodio de Semana Santa: “Pugliese me decía: ‘Acá perdemos todo, se vienen los militares, nos van a matar’. Y Alfonsín dijo: ‘No, todo se va arreglar’. La realidad es que todo depende de lo que en ese momento se le pase por la cabeza al Presidente. Como a Chacho Álvarez, que uno no sabe si tenía que renunciar o no. Fíjese todo lo que pasó después. Generalmente, nosotros nunca tenemos vicepresidente”.

“Trabajé junto a siete presidentes, unos de mucha presencia y otros de paso fugaz”, dice milongueando, un ritmo que lleva en el cuerpo. “El tango es una afición muy metida en mí. No es para pasar el rato. Estoy muy comprometido a estudiar la sociabilidad argentina”, revela quien con sangre alemana, italiana y vasco-francesa, tiene un corazón que inevitablemente bombea al ritmo del 2x4.

“Pareciera que el tango es en el arte lo que nosotros somos en carne y hueso”, resume la historia de ese ritmo que nació como amalgama social en los años ‘40; un ritmo que lo llevó a hacerse amigo del ídolo de su juventud Osvaldo Pugliese, quien le dedicó el tango “Protocoleando”, y con quien tuvo el privilegio de viajar un mes por Rusia, adonde el músico comunista fue invitado por el entonces Gobierno ruso para celebrar su cumpleaños N°80.

Hoy, a los 88 años, y testigo de tres décadas de historia argentina, el vecino ilustre de Banfield tiene un gran pendiente: hacer un alto y tomar notas de voz, para compartir con los demás tanto camino recorrido.

LOS PRESIDENTES

“Es mejor empezar mal que terminar mal”

Gracias a la recomendación del radical Juan Carlos Pugliese, Natalio Etchegaray llegó a ser el escribano general de la Nación, el séptimo en la historia argentina. Cuando Raúl Alfonsín estaba a punto de firmar el acta para asumir la Presidencia, un joven Natalio le quiso pasar su lapicera, que era de émbolo, pero cometió un error y le dio otra, una de cartucho que le habían entregado las chicas de la Escribanía de Gobierno “para que tuviera una de repuesto por las dudas”. Con lo ojos todavía abiertos ante el asombro de esa anécdota, Etchegaray cuenta que Alfonsín tomó esa pluma, pero no pudo firmar porque la tinta no quiso salir. “¡Pero escribano! -lo reprendió-. ¡Estamos empezando muy mal!”. “Y yo después, cuando no llegó a terminar y le fue mal, pensaba: ‘Es mejor empezar mal que terminar mal’”, revela Etchegaray, quien recuerda a Alfonsín como un hombre “muy campechano”.

 

“Pero, escribano, no se haga problema. ¡Cambiamos la ley!”, le dijo Menem, y cumplió

El día que asumió Carlos Menem, Etchegaray le presentó su primera renuncia, pero él se la rechazó. “Me dijo que el escribano de Gobierno de Argentina no se cambia”. Más tarde, presentó la segunda. “¿Y ahora por qué quiere renunciar?”, quiso saber Menem. “Mi hijo se había recibido de abogado y yo tenía que incorporarlo a una escribanía y para eso tenía que volver a la actividad privada. Mi registro, el N°22, se había clausurado, porque la ley no permitía mantener ambas funciones”, narra el exescribano general de la Nación. Entonces, recuerda que Menem le dijo: “Pero, escribano, no se haga problema. ¡Cambiamos la ley!”. Así se beneficiaron todos los que vinieron después de Etchegaray, quien pudo reabrir en paralelo su escribanía en Lomas.

 

“De la Rúa quería ver todo; no delegaba, y así le fue”

“A De la Rúa lo mató querer saber todo. El Presidente tiene que delegar. Quería ver todo y no avanzaba en nada. Y así le fue”, recuerda Etchegaray el paso del abogado radical que asumió por la Alianza en 1999. “Me llaman una mañana a Olivos. Me hacen pasar a una habitación. Se abre la puerta y era el Presidente. ‘¿Me quieren decir qué carajo tengo que ir a hacer yo al programa de Tinelli? Antonito quiere que vaya. ¿Voy a hacer reír? ¿De qué hay que reírse?’. Y fue. Fue esa vez que se equivocó de salida. Él no quería ir”, evoca entre risas.

 

Néstor, un hombre cordial y tímido que construyó poder

“Néstor Kirchner fue el presidente que mayor poder construyó en menor tiempo. Era un hombre tímido, pero cordial”, describe Etchegaray, quien recuerda un suceso durante su Presidencia. “Le tuve que pedir que hiciera 21 firmas completas parado, 21 firmas completas sentado, y otras 42 media firmas, mitad parado y mitad sentado, para responder un oficio. Primero me dijo que él no tenía media firma, que tenía una sola, y luego de hacer las 84, se me acercó y me dijo en tono jocoso: “Escribano, le hice todas distintas”. Finalmente, cuando lo internaron para operarlo, le preguntaron: “¿Qué hacemos, escribano?”. “Y yo dije: ‘Nada’. Si sale bien, fenómeno, y si no, tenemos la ley”, revela.

 

“Cristina tenía fortaleza y una gran predisposición”

A Cristina la recuerda como una mujer fuerte, con una predisposición para cualquier cosa y de gran memoria. Cuando quiso renunciar, le dijeron: “Usted no se puede ir, porque si lo hace van a decir o que lo echamos porque queremos meter a alguien de La Cámpora o porque somos corruptos. De ninguna manera. Usted se queda”.

 

ENTREVISTAR A FAMILIAS DE LOS VETERANOS DE MALVINAS, LO MÁS IMPORTANTE QUE LE TOCÓ. Dos años antes de renunciar a su cargo, a sus 86 años, a Natalio Etchegaray le encomendaron lo que significa para él la “cosa más importante” que le tocó hacer. “En 2013, me llaman y me dicen que íbamos a Cancillería porque venía el presidente de Argentina y América del Sur de la Cruz Roja. Había arreglado con el Gobierno de Cristina, a partir del pedido que le hizo el cantante inglés Roger Water a la Presidenta, que empezaran a identificar a los padres de los soldados por si algún día se podía ir a Malvinas”, narra el escribano y prosigue: “Él no fue el inventor.

El inventor fue el soldado Julio Aro, de Mar del Plata, quien estuvo en Inglaterra en 2011/2012 y conoció al inglés que hizo el cementerio de Darwin. Y cuando conoció cómo lo había organizado, que esos soldados estaban cómodos, bien, que habían sido enterrados con sus pertenencias, que estaban resguardados, se le ocurrió esta idea”. Así, Etchegaray viajó por el país para tomar las muestras de más de 80 familias que luego, con el Gobierno de Macri, permitieron identificar a los solda

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