Pozo de Banfield: "Lo que viví no te lo sacás más del cuerpo"

DERECHOS HUMANOS. Valeria del Mar Ramírez es la primera mujer trans que se presenta como querellante en un juicio de Lesa Humanidad. Estuvo secuestrada y cuenta su historia.

Valeria del Mar vivió días de terror en el Pozo de Banfield

Valeria del Mar vivió días de terror en el Pozo de Banfield.

Valeria del Mar Ramírez cuenta que está "muy sensible" por el juicio. "Soy víctima y quiero declarar. Quiero contar lo que me ocurrió y exigir justicia, que paguen todos y cada uno por lo que hicieron", dice con la voz quebrada. La mujer es la primera trans que se presenta como querellante en un juicio de lesa humanidad. Estuvo cautiva en el Pozo de Banfield durante la última dictadura cívico militar, donde fue vejada y violada.

"Lo que viví no te lo sacás más del cuerpo", dice como exponiendo las cicatrices que le quedaron, aunque a simple vista no se vean. A los 64 años, Valeria del Mar intenta cerrar esas heridas. Confía que serán condenados los 18 represores que comenzaron a ser juzgados el último martes en el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, mientras espera que la llamen a declarar entre los más de 500 testigos que darán su testimonio.

Eso no sucederá hasta dentro de algunos meses, pero Valeria del Mar ya empieza a darle vueltas a su historia. "En esa época no estaba atenta a cómo era el Gobierno. Con los años me di cuenta que había que 'tenerlos bien puestos' para salir a la calle, en dictadura, con tetas y minifalda", afirma. Hacia 1976 tenía que mantener una doble vida. "No podía vivir plenamente mi identidad como lo hago en la actualidad", apunta.

SU PADECIMIENTO, DESDE CHICA

Desde los 8 años, Valeria del Mar se sentía mujer. Sufría cuando debía ponerse pantalones largos para ir a la escuela. Acortaba el largo de su guardapolvo "para ser como las chicas que iban a otros colegios", y esperaba con ansias volver a su casa para ir a su "piecita" y ponerse "los tacos y vestidos de mi mamá".

"Cuando mi mamá me veía así, me pegaba", recuerda. Pero esas no son las únicas marcas que le quedaron de su dura infancia. Muchas veces, los directivos del colegio de varones al que asistía citaron a su madre para hablar sobre "la conducta de su hijo" y aconsejarle que lo llevara a médicos y psicólogos, para que pudieran "orientarlo".

Al finalizar la secundaria, Valeria del Mar comenzó a vincularse con travestis que vivían en el conurbano bonaerense: "En esa época la prostitución era la única salida laboral", comentó. Aprendió de ellas, cómo se distribuían las "plazas" donde podía trabajar y en qué zonas el hostigamiento policial era mayor.

"Me dieron la plaza en Camino de Cintura y pronto entendí el código de la calle: si no tenías tetas, no salías a la calle. Así que me puse las siliconas", relató. Trabaja entre Seguí y la Rotonda de Llavallol. "El vinculo con la policía era malísimo. Tenía que pagar la plaza a la chica que me regenteaba y después pagarle al jefe de calle", apuntó.

Con los años me di cuenta que había que 'tenerlos bien puestos' para salir a la calle, en dictadura, con tetas y minifalda

AQUELLOS DÍAS DE TERROR

Un día, a fines de 1976, se corrió la voz que no salieran a trabajar hasta después de las 3 de la mañana, porque jefes policiales iban a recorrer la zona: "A nosotros nos importaba la guita, así que salimos. Tenía 20 años. Esa noche nos llevaron detenidas y nos largaron a los dos días", confió.

Pero lo peor llegaría meses más tarde, en 1977: "Un día, estaba trabajando junto a Romina, una compañera, cuando nos agarró un Falcon. Nos pareció extraño, porque siempre nos levantaban en patrullero. A los golpes, nos entraron en el auto, íbamos atrás con dos policías, arrodilladas, para que no viéramos el camino", comenzó a relatar.

Los hombres llevaron a Valeria del Mar y a Romina hasta el escritorio de un policía. "¡Bien! Trajeron las cachorras que pedimos!", recuerda que dijo un policía gordo. A continuación otro efectivo las condujo a un segundo piso.

Nunca les vendaron los ojos, así que Valeria del Mar pudo ver la hilera de "buzones", pequeñas celdas de castigo individuales donde la metieron. No lo sabía, pero acababa de entrar en el Pozo de Banfield.

"Ahí dentro no sabías qué hora del día era, pero siempre en algún momento empezaba lo terrorífico: venían a violarme (...) Si no querías hacerles sexo oral, te dejaban sin comer 2 o 3 días", explica.

Valeria del Mar sintetiza el padecimiento vivido con pocas palabras: "Me hicieron todo lo que te imagines... y eso del cuerpo no se va más".

UN TESTIMONIO CLAVE

Durante los 14 días que estuvo cautiva en el Pozo de Banfield, Valeria del Mar fue violada y vejada por los policías de ese centro. No recuerda sus nombres, ni cuántos fueron. Y en ese tiempo vio a una joven que acababa de parir, por lo que su testimonio también será valioso para probar que en el lugar operó una maternidad clandestina.

"Un día, un policía me permitió ir al baño a higienizarme y cuando me estaba bañando, oí un grito. Cerré la ducha y escuché que alguien decía: 'Ahora agarrá un balde y limpiá esa mugre que es tuya' y sentí llorar un bebé", recordó.

En ese momento, entró al baño una joven con un vestido amarillo tipo camisero que no se podía mantener en pie y estaba ensangrentada. Valeria del Mar la ayudó a sostenerse y se acercaron a un piletón para cargar el balde.

"¿Qué hace este puto acá?", gritó una mujer policía al descubrir a Valeria junto a la joven. En ese momento entró un policía y la sacó del baño, arrastrándola de los cabellos y haciéndola pasar por el piso ensangrentado donde la joven había dado a luz. Ahí fue cuando vio a otro policía con un bebé en brazos.

Compañeras suyas que paraban también en Camino de Cintura consiguieron junto a la madre de Valeria del Mar que un abogado presentara un hábeas corpus y finalmente fue liberada: "Después, Romina me contó que a ella le hicieron lo mismo que a mí", agregó.

Valeria del Mar explicó que años más tarde estuvo en situación de prostitución en la zona de Constitución y en 1999 comenzó a militar por mejorar las condiciones de vida de su colectivo. Se contactó con la Fundación Buenos Aires Sida, donde realizó un taller de VIH; hizo una capacitación de promotora de la Salud en el hospital Ramos Mejía y desde hace 6 años es secretaria de Derechos Humanos de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar).

No fue fácil para Valeria del Mar contar las vejaciones sufridas. Al principio, porque de alguna manera "naturalizaba" las violencias padecidas; hasta que un día, Alejandro Freire, integrante de la Fundación, escuchó su relato y le hizo ver que había sido víctima de delitos y debía contarlo.

La mujer aguarda declarar en el juicio unificado por los crímenes cometidos en los pozos de Banfield y Quilmes y en El Infierno de Lanús: "Estoy muy sensible por el juicio, soy víctima y querellante y quiero declarar, quiero contar lo que me ocurrió y exigir justicia, que paguen por lo que hicieron", remató.