Diez años del Papa Francisco y el recuerdo de Monseñor Schell en Lomas

de puño y letra. A una década de la fumata blanca con la que Bergoglio se convertía en Sumo Pontífice, recordamos la figura religiosa más importante que tuvo Lomas. 

¡Hola de nuevo, queridos amigos de La Unión! Estamos a horas de que se cumpla el décimo aniversario de una fecha importantísima para todos los argentinos. Tan importante que seguramente recuerdes qué estabas haciendo en ese momento: el 13 de marzo de 2013, la famosa "fumata blanca" salía del Vaticano y minutos después, en una plaza San Pedro colmada por los fieles, el cardenal Jorge Mario Bergoglio se convertía en el Papa Francisco.

Fue un suceso histórico que miles de millones de personas siguieron por televisión y redes sociales. Se trató de la primera coronación para un cura argentino como Sumo Pontífice y un orgullo para toda la comunidad católica de América Latina. Aprovechando este aniversario, hoy me gustaría hablar –como siempre– sobre una personalidad de Lomas de Zamora. Elegí a monseñor Alejandro Schell, quizás la figura religiosa más importante de nuestro partido en toda su historia. ¿Me acompañan? 

Schell nació el 9 de octubre de 1897, en Alemania. Tras llegar a Argentina, fue ordenado sacerdote en 1922 y en un principio se desempeñó en San Isidro y Villa Ballester. Pero en 1931 lo enviaron a nuestro distrito para ser el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Paz, la actual catedral. Cuando en 1957 se creó la diócesis de Lomas era Vicario General, es decir, el segundo de la jerarquía eclesiástica a nivel diocesano. Pero a pocos días de haber iniciado su trabajo pastoral, el obispo Filemón Castellano se enfermó y debió renunciar. Así, en 1958, designado por Pío XII por "las pruebas de su piedad y diligencia", Schell se transformó en el segundo Pastor de la Iglesia diocesana.  

Al padre Alejandro le tocó la ardua tarea de organizar la nueva diócesis, entonces conformada por los partidos de Lanús, Cañuelas, Almirante Brown, Esteban Echeverría, San Vicente y Lomas. Desde entonces y por 41 años, nuestras calles lo vieron transitar con su paso cansino y su imagen robusta, con un semblante bonachón donde se destacaba su mirada de ojos celestes. Su pelo rubio y lacio, a veces con un mechón rebelde en su generosa frente, constituían la típica fisonomía del pueblo germano. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un cura de pueblo, muy cercano a la gente. Claro que la vida de aquella época tenía un ritmo más tranquilo que la actual.

La Catedral fue su casa. Para mí ese lugar representa mucho, porque fue en esa Iglesia donde se casaron mis padres en 1958, donde me bautizaron, donde tomé la primera comunión y donde, en 1992, me casé con Silvita. 

El recordado cura alemán dejó su huella en nuestro barrio. Hoy, el reconocimiento ciudadano puede apreciarse en el homenaje que el Concejo Deliberante local dispuso a poco de su muerte, en 1972, al darle su nombre a una calle del partido. Monseñor Schell nace en avenida Alsina, a cuatro cuadras de la estación de Lomas, del lado este. ¿La conocés?