El Trípoli: un café que pasó del esplendor barrial a un trágico final
RECUERDOS. Ubicado en la esquina de San Martín y Castelli, El Trípoli era mucho más que un café: era un punto de encuentro, pero un crimen y un escándalo precipitaron su final.
No hay nada más argentino que el mate. Lo tomo desde siempre, solo o acompañado. Es ritual y refugio. Los fines de semana, cuando el ruido se apaga un poco, preparo el termo, busco un rincón del parque y me siento con los pies en el pasto, el diario en la mano y la yerba lista para una larga charla conmigo mismo. Esa pausa es mi forma de poner el freno, de volver a tierra firme después de una semana acelerada.
En el trabajo, el mate también me sigue a todas partes: estudios, redacciones, pasillos. Pero cuando ando por la ciudad, de un compromiso a otro, suelo cambiarlo por un café. En Buenos Aires, los bares son estaciones inevitables: un cortado en la barra, una charla improvisada, un rato para mirar la calle desde la ventana. Lo aprendí en mis años de cronista, buscando un refugio entre una guardia y otra. Porque el café, igual que el mate, siempre es excusa para detener el tiempo.
Lomas de Zamora tiene su propio linaje cafetero. Hoy el corazón de esa tradición late en Las Lomitas, el polo gastronómico del partido. Ahí conviven los locales de siempre, como el histórico café París, con franquicias internacionales como Starbucks.
Pero si retrocedemos poco más de un siglo, el epicentro de las reuniones no estaba ahí, sino en un sitio legendario llamado El Trípoli. Ubicado en la esquina de San Martín y Castelli, El Trípoli era mucho más que un café: era un punto de encuentro, una postal viva del barrio. Se entraba por la ochava a un amplio salón con mesas, dos billares y, al costado, un rincón reservado para los habitués que buscaban privacidad.
El esplendor de El Trípoli comenzó a desvanecerse hacia fines de los años veinte.
En el patio, bajo la sombra de unos árboles, se desplegaban dos canchas de bochas. Sus clientes eran, en su mayoría, vecinos de la zona. Algunos pasaban horas entre amigos, entre partidas de billar, sapo o pase inglés. Pero el lugar también tenía otra cara, más turbulenta: era refugio de los guapos del barrio, tipos de carácter fuerte, habituados al vino y las peleas. El café se había ganado fama de sitio bravo, donde los ánimos podían encenderse rápido.
El esplendor de El Trípoli comenzó a desvanecerse hacia fines de los años veinte. En mayo de 1928, un hecho sangriento marcó un antes y un después: dos hermanos fueron asesinados a balazos dentro del local, según se dijo, por un conflicto pasional.
Aquel crimen conmocionó al barrio y manchó la reputación del lugar. Meses después, una violenta disputa entre un policía y un parroquiano terminó de sellar su destino. Así, el café que durante años había sido símbolo de encuentro y costumbre terminó apagándose entre escándalos y tragedias. Hoy solo queda su recuerdo, flotando entre las anécdotas que se cuentan en las mesas de Lomas, donde el mate y el café siguen siendo, como siempre, las mejores excusas para conversar.