Un viaje al Lomas de mi infancia: la columna de Sergio Lapegüe 

NOSTALGIA. Hay pizzerías inolvidables como así también cines que tienen perfume a otros tiempos. 

Hay lugares que no se borran, aunque cambien. Para mí, Lomas de Zamora es uno de ellos. Cada vez que pienso en la ciudad donde crecí -a fines de los 60 y principios de los 70-, vuelvo a sentir sus olores, sus ruidos y esa vida de barrio que el tiempo transformó, pero no logró apagar. 

A quienes pasaron los 50, quizá estas líneas les resulten familiares. A otros, les sonarán lejanas. Pero el viaje hacia ese pasado cercano vale la pena: es volver a un Lomas que respiraba distinto. 

Entre los recuerdos más nítidos está la pizzería Las Carabelas, en la esquina de Acevedo y Laprida. Tenía ventanales enormes, marcos de madera oscura, ventiladores de techo y una muzzarella de molde que no se olvidaba. Más tarde, el éxito la empujó a mudarse una cuadra, a Acevedo y Boedo, donde aún sigue funcionando con la misma calidad, aunque hoy compita con decenas de nuevas pizzerías. 

Otro clásico fue la Munich de Lomas, sobre Hipólito Yrigoyen entre Laprida y Gorriti. Era un punto de encuentro ineludible: buena comida, muebles de época y ese ambiente acogedor que hacía que valiera la pena esperar por una mesa los fines de semana. Allí se festejaba, se charlaba, se compartía. 

Con la adolescencia llegaron otros rituales. En los cines Maipú de Banfield y Astor de Temperley, los boleteros miraban para otro lado cuando algún menor quería ver películas "prohibidas". 

La otra gran pasión de aquellos años eran los cines. El Gran Lomas y el Avenida, frente a frente en la avenida Meeks, eran verdaderos íconos. También estaban el Español, sobre Hipólito Yrigoyen, y el Coliseo, en España casi Laprida. En todos se podía pasar la tarde entera viendo dos películas, con intervalo incluido. Hoy, el Gran Lomas es un bingo -tras su breve paso como shopping en los 90- y el Avenida, una sede bancaria. 

Con la adolescencia llegaron otros rituales. En los cines Maipú de Banfield y Astor de Temperley, los boleteros miraban para otro lado cuando algún menor quería ver películas "prohibidas". Así muchos conocieron a la Coca Sarli o las comedias de Olmedo y Porcel. El Maipú hoy es el Teatro Payró; el Astor, una maderera. 

Son postales que quedaron grabadas. Fragmentos de un Lomas de Zamora que ya no existe, pero que sobrevive en cada recuerdo, como una película que uno no se cansa de volver a ver. Te lo quería contar. ¡Hasta la semana que viene, amigos! 

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