El mítico reloj y la campana de la Sagrada Familia de Banfield: su historia
UN EMBLEMA. Un sofisticado sistema hace que la campana suene automáticamente a cada hora y media hora. Puede ser escuchada desde distancias lejanas.
En Banfield, el Santuario Basílica Sagrada Familia de Nazareth se ve imponente por su gran reloj y campana situado en lo más alto del templo, otro emblema de la ciudad. El artefacto suena ininterrumpidamente desde hace cientos de años gracias a un sofisticado sistema que hace que la campana se mueva de manera automática. El Padre Rubén Revello contó la historia del reloj y cómo fue cuidado con el paso del tiempo para que hoy siga mostrando la hora a miles de lomenses.
La maquinaria es muy antigua y, según la palabra de Revello, data de fines del siglo XIX o principios del siglo XX: "Es de la típica industria inglesa, la campana suena gracias a un sistema de pesas similar al de los relojes cucú, pero a gran escala".
El reloj es de 12 horas, es decir que siempre van a haber de una a doce campanadas, repetidas en dos ocasiones por día. La estructura de engranajes es de bronce, la cual hace que la campana suene a cada hora y a cada media hora, todo de manera automática.
El reloj es de 12 horas, es decir que siempre van a haber de una a doce campanadas, repetidas en dos ocasiones por día.
Con sus cuatro caras, es capaz de "avisar" a los cuatro puntos cardinales cuál es el horario. Actualmente está tapado por altos edificios, pero durante años anteriores podía ser visible desde diez cuadras de distancia. "Depende cómo sople el viento, pero las campanadas se escuchan desde bastante lejos", acotó el párroco.
Durante muchos años, el reloj fue cuidado por el ingeniero Disa, un hombre especialista que se destacaba por llevar a cabo un trabajo muy meticuloso, labor que realizó por cinco décadas. "Muerto él, se llevó consigo un montón de secretos a la tumba. Un día, el reloj se trabó y tuvimos que conseguir al mismo relojero que atendió el reloj del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Bajamos todo el aparato, de gran kilaje, lo desarmamos, lo limpiamos, lo volvimos a armar y le colocamos una caja de vidrio para protegerlo del polvo: desde ese momento funcionó sin inconvenientes", admitió, feliz.
"Cuando no estábamos presentes en el templo por motivos de pandemia y de cuarentena, las campanadas sonaban providencialmente y se escuchaban en el silencio, incluso el día que la ciudad de Banfield cumplió los 60 años", recordó el Padre con cierta nostalgia.
Cuando no estábamos presentes en el templo por motivos de pandemia y de cuarentena, las campanadas sonaban providencialmente y se escuchaban en el silencio, incluso el día que la ciudad de Banfield cumplió los 60 años.
"La gente mayor que vive en Banfield pone en hora su reloj con el del campanario. Tuvimos la fortuna de contar con párrocos que lo han cuidado mucho", cerró.