No había mercería en Lomas y decidió abrir una: la historia de Zaffino
UNA EMINENCIA. Ante la necesidad, José supo reubicarse como comerciante y trabajar en un amplio oficio. Hoy, el negocio es atendido por los hijos y los nietos de los fundadores.
De trabajar como sastre a poner su propia mercería. Esa es la historia de José Zaffino, quien en 1951 abrió junto a su hermano un local para abastecer a los propios sastres y también a modistas: vio que era un oficio inexistente en el distrito y logró crear un negocio que hoy en día es el más antiguo del rubro en Lomas. Además, el comercio se mantiene más vivo que nunca gracias a las nuevas generaciones.
José Zaffino comenzó a trabajar desde su adolescencia: una vez terminado sexto grado, dio sus primeros pasos en el mundo laboral en la Sastrería París (Laprida 375), un comercio que atendía su tío y que había sido fundada en 1912. "Aprendí el oficio en apenas dos años y diseñaba trajes a medida", rememoró.
Luego de haber estado 16 meses en conscripción (alistamiento no voluntario de gente en un servicio nacional, la mayoría de veces tratándose de un servicio militar), Zaffino tenía decidido comenzar a trabajar en la famosa Casa Muñoz, pero fue su padre quien le recomendó pensar en un futuro laboral junto a su hermano Miguel, quien padecía problemas de salud.
Esa charla con su padre hizo que José revea su situación y se quede trabajando en la sastrería. Un día, en su horario laboral, le llegó un pedido de confección de un sobretodo, que luego se enteró que era para Fernando De La Rúa. "Al cliente le respondí que podía hacerlo, pero que los botones no los conseguía y que debía buscarlos en Capital porque en la zona no había", contextualizó.
Fue el cuñado de José quien, al enterarse de la inexistencia de una mercería en Lomas, le recomendó poner su propio local, junto a su hermano, y así poder cumplir el deseo de su padre. "Todo comenzó en enero de 1951. El primer espacio en el que trabajamos estaba en Boedo 323. Vendíamos todo lo necesario para los sastres, pero aún nada para las modistas", rememoró sobre el cambio de rubro y siendo, en estos días, la mercería más antigua en Lomas.
Todo comenzó en enero de 1951. El primer espacio en el que trabajamos estaba en Boedo 323. Vendíamos todo lo necesario para los sastres, pero aún nada para las modistas.
Pero, lamentablemente, un desperfecto hizo que se les incendie el local, lo que significó un gran golpe para los hermanos Zaffino. Pero, de a poco y vendiendo parte de la mercadería que se había salvado, comenzaron a resurgir y a volver a poner de pie el negocio. "En ese entonces me recomendaron también traer para vender artículos que les sirvan a las modistas y así pude agrandar mi agenda de clientes", señaló, dejando en claro la capacidad de poder trabajar en conjunto con mujeres, en una época sensiblemente machista.
En ese entonces me recomendaron también traer para vender artículos que les sirvan a las modistas y así pude agrandar mi agenda de clientes.
Tras casi dos décadas en Boedo, en 1968 la mercería se mudó a Yrigoyen 8910, un espacio mucho más amplio y cómodo para el trabajo, donde siguen atendiendo hasta hoy en día. Y allí se sumó al trabajo Marcelo, sobrino de Zaffino. "El trabajo con las modistas siempre fue con respeto. Muchas veces hacían el pedido que necesitaban y otras hasta les recomendábamos productos que estaban a la moda", reveló José.
Tras casi dos décadas en Boedo, en 1968 la mercería se mudó a Yrigoyen al 8910, un espacio mucho más amplio y cómodo para el trabajo, donde siguen atendiendo hasta hoy en día.
La popularidad de la mercería seguía en aumento y la variedad de los clientes siguió creciendo: se sumaron los confeccionistas de calzados y los pequeños emprendedores, como así también los confeccionistas. Uno de sus clientes de mayor renombre fue el famoso diseñador de moda Jorge Ibáñez.
La llegada de la pandemia pareció ser un gran problema para la mercería, que debió bajar las persianas debido a la situación de emergencia sanitaria en la que se encontró el país. Pero la necesidad de confeccionar barbijos y de conseguir elásticos para los tapabocas hizo que la mercería vuelva a abrir y a ser de gran importancia, tanto para el cuidado de los vecinos como de los médicos de la zona. "Lo que vendimos en ese lapso no lo comercializamos ni en dos décadas", aseguró Fernando.
Actualmente, la mercería sigue en manos de los Zaffino y justamente los encargados son los hijos de José y de Miguel, Fernando y Daniel. Además, la tercera generación también ya se hace presente y también trabaja en el negocio: dos nietos están trabajando en el lugar y mantienen la herencia laboral y familiar.
"Mi mercería es el local más antiguo en el que su fundador aún está con vida. El trabajo, el esfuerzo y la responsabilidad fueron las claves para seguir adelante y mantenernos de pie", finalizó.