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Juicio del Pozo de Banfield: repudian que los genocidas "estén en sus casas"

NUEVA AUDIENCIA. Este martes declararon en el juicio los tres hijos de Adriana Calvo, quien parió en un patrullero y estuvo secuestrada, pero sobrevivió. "Le sacaron la placenta a golpes", dijeron.

Adriana Calvo falleció en 2010

Adriana Calvo falleció en 2010.

Teresa Laborde nació en un patrullero que iba hacia el Pozo de Banfield, hace 45 años. Su madre iba atada y con los ojos vendados. Dice que tuvo la suerte de salir del centro clandestino de detención junto a su mamá Adriana Calvo y en eso tienen un poco de responsabilidad los compañeros y compañeras de cautiverio de su mamá, que en una oportunidad formaron una muralla humana alrededor de ella para evitar que los represores le quiten a la nena.

Este martes, Teresa declaró junto a sus otros dos hermanos ante el TOF1 de La Plata, que desde el 27 de octubre juzga a 16 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz y Bergés, por los delitos cometidos durante la última dictadura militar contra casi 500 víctimas en los centros clandestinos Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y El Infierno, que funcionó en la Brigada de Lanús.

"Siempre fui 'Teresa la que nació presa'. Nací desaparecida en un traslado, en el asiento de atrás de un Falcon. Llegué en el cruce de Alpargatas, no tuvieron la deferencia de desatarle las manos (a su madre Adriana Calvo), así que quedé colgando. Cuando llegamos al Pozo de Banfield (el médico Jorge) Bergés le sacó la placenta a golpes, la hicieron subir por escalera y a mí me dejaron en una mesada fría. Ella ya contó las cosas tremendas que le hicieron, me parece inadmisible que ese señor esté sentado ahí en su casa", dijo Teresa en su declaración ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, quien juzga a 16 represores, entre ellos al médico que cumple arresto domiciliario.

En el juicio, repudió que los represores de ese lugar estén "sentados en el living de su casa" y los acusó de saber dónde están los otros bebés nacidos allí.

Adriana Calvo, fundadora de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), fue la primera sobreviviente de un centro clandestino de detención que declaró en el Juicio a las Juntas, en su carácter de víctima y testigo de las atrocidades sufridas por sus compañeras y compañeros con las que compartió cárcel en diversos centros que funcionaron en territorio bonaerense.

Falleció el 12 de diciembre de 2010 y no pudo declarar por sus padecimientos en el Pozo de Banfield, pero su testimonio filmado fue proyectado en la audiencia del 10 de noviembre de 2020.

Teresa reconoció: "Siempre me supe tocada por la varita mágica porque de todos los bebés nacidos allí yo salí con mis papás. Pero a pesar de sentirme afortunada y celebrar la vida, algo que mis padres me transmitieron, tenía miedo de dormirme sola. El Hombre de la Bolsa, el Cuco no era leyenda, estaba a la vuelta de la esquina, era un policía, un cura, un empresario, podía ser el dueño de un canal de televisión".

Recordó que cuando se iba a iniciar el Juicio a las Juntas sus padres sentaron a los tres hermanos sobre la cama y les contaron lo sucedido, ya que iban a declarar en ese proceso.

"Mi mamá me dijo que había malos malísimos y buenos buenísimos y los malos malísimos estaban ahora afuera y si no iban presos iban a seguir haciendo maldades. Como tenía miedo me dijo para tranquilizarme que éramos muchos más los buenos buenísimos y que debía declarar, que había que hacerlo sí o sí", relató.

Sin embargo, recordó que "su mamá decía, 'no se hizo justicia, se condenó a la cúpula'", y contó que en la segunda desaparición de Jorge Julio López, tras declarar en el primer juicio contra Etchecolatz, volvieron las amenazas y el miedo. "¿Se pueden imaginar los jueces el miedo de un sobreviviente ante la desaparición de López?. Yo creo que ahí se le despertó el cáncer a mi mamá, porque a partir de ahí le cambió la cara".

La virtualidad (con que se desarrolla el juicio) me hizo ver a estos soretes (por los represores) como Bergés en el living de su casa. Uno de los quiere imaginar en un cuarto oscuro con rejas, pero los veo sentados en el living de su casa, tomando un vinito mientras nosotros declaramos

También declaró Martina Laborde, quien tenía 4 años cuando en febrero de 1977 secuestraron a su padre y a su madre embarazada. "Nos enseñaron a no bajar los brazos, que el miedo es normal pero no nos debe paralizar y a mi vieja ni el miedo la paró. Hasta dos días antes de su muerte hacía una planilla Excel con campos de concentración y quién había estado", dijo. 

"La virtualidad (con que se desarrolla el juicio) me hizo ver a estos soretes (por los represores) como Bergés en el living de su casa. Uno de los quiere imaginar en un cuarto oscuro con rejas, pero los veo sentados en el living de su casa, tomando un vinito mientras nosotros declaramos", dijo con bronca.

Reflexionó que "se puso en el banquillo a un puñado de militares, nunca a civiles, a los empresarios, curas, responsables de medios de comunicación sin los cuales el genocidio no habría sido posible porque ningún pueblo acepta semejante aberración si no es a través de la mentira y el engaño. Lograron que la sociedad naturalice la violencia y están todos libres", dijo.

Santiago Laborde recordó que las madres de algunos compañeritos no los dejaban a ir a su casa a jugar y que con su hermana Martina habían ideado un modo de escapar por la ventana de su dormitorio si volvía a irrumpir "la patota" que se había llevado a sus padres.

"Suelo mirar el vaso medio lleno y estamos juzgándolos 40 años después. Hay pocos en cárcel común pero en España no se los juzgó y acá no pueden salir a comprar pan, ni pueden reunirse a comer un asado. Se van a morir en su casa. Ni sus hijos están orgullosos de ellos, nosotros sí", enfatizó.