La Trova Rosarina cumple sus vigentes 40 años
mundos personales. Con Baglietto a la cabeza, el movimiento artístico llega a Buenos Aires en 1982 y fue un furor inmediato.
La llamada Trova Rosarina fue uno de mis primeros acercamientos al rock argentino, en especial cuando estalló la Guerra de Malvinas y se prohibió absurdamente la difusión de música en inglés en la radio.
Esta prohibición generó que el rock argentino irrumpa en los medios y que llegue a oídos de todos, incluso para quienes aún estábamos en la Primaria. El desembarco formal de este movimiento fue cuando en abril de 1982 Juan Carlos Baglietto editó "Tiempos difíciles", su primer disco.
Previamente, habían hecho su debut triunfal en el Festival de la Falda donde se codearon con la crema del rock argentino, y algunos de ellos también habían hecho en recital en Obras bajo el padrinazgo de Litto Nebbia.
Silvina Garré, por entonces pareja de Baglietto, y Rubén Goldín y un adolescente Fito Páez estaban en su banda, un seleccionado rosarino.
Baglietto se nutrió de las canciones de sus músicos y de otros compositores de su ciudad, como Jorge Fardermole, que firmó "Era en abril"; y Adrián Abonizio, autor de "Mirtha de regreso".
Con este combo, los rosarinos pareciera que llegaron a Buenos Aires en el lugar y en el momento indicado y se convirtieron en un furor en un abrir y cerrar de ojos. Así fue que de ilustres desconocidas en Buenos Aires, pasaron a que sus canciones se escuchen a sol y a sombra en la radio y hasta con algunas apariciones en televisión.
La tristona "Era en abril" fue uno sus hits, mientras que la potente "Mirtha de regreso" se politizaba con la historia de un preso salido de la cárcel, aunque en realidad su autor se refería a un delincuente común.
Fito comenzaba a despuntar su talento compositivo y sus menciones autobiográficas en "La vida es una moneda", mientras que Goldín despuntaba sus influencias spinetteanas en "Sin Luna".
Los integrantes de la Trova Rosarina contrastaban con la estética de los "raros peinados nuevos" del principio de los '80 y su onda remitía a los '70, a partir del pelo largo, la barba y el infaltable enterito de Baglietto.
Muchos los vieron como retrógrados por esta supuesta mirada al pasado y por no subirse a la vanguardia de un rock más bailable y moderno.
Luego de varios obras y de instalarse en la escena porteña, Baglietto & Cía editaron "Actuar para vivir", otro disco con grandes clásicos como "Tratando se crecer".
Luego cada uno empezó a atender su juego y a comenzar su carrera por separado, en especial el desgarbado tecladista de lentes con mucho aumento. "Era una banda de solistas", dijo Baglietto en una entrevista, entendiendo que la diáspora de los músicos que lo acompañaban era una cuestión de tiempo.
El furor de este movimiento generó otros rosarinos como los citados Fandermole y Abonizio, y otros como Lalo de los Santos, editen sus discos en Buenos Aires.
La Trova Rosarina fue uno de hitos artísticos de ese 1892 y luego quedaron convertidas en clásicos un tendal de sus canciones, incluso para las nuevas generaciones. Parte de los músicos de este movimiento hicieron un revival de las viejas canciones y hoy nuevamente se embarcan para celebrar estos 40 años con Baglietto a la cabeza.