Monseñor Schell, mucho más que una calle, por Sergio Lapegüe

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Por Sergio Lapegüe

¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer, pero hace unos días se cumplieron cinco años de uno de los hechos más importantes de nuestra historia como país. El 13 de marzo de 2013, en una plaza San Pedro colmada por fieles de todo el mundo, Jorge Mario Bergoglio, un viejo conocido de los argentinos, dejaba de ser cardenal para convertirse en el Papa Francisco. Se trató, obviamente, de la primera coronación de ese tipo para un cura argentino y un orgullo total para toda la comunidad católica de Latinoamérica.

Teniendo en cuenta que el actual Sumo Pontífice es sin dudas la figura religiosa más importante de nuestro país, me puse a pensar en las personas que dejaron las marcas más importantes en esa área en Lomas de Zamora. No me costó mucho encontrar un nombre.

Porque hablar de un cura importante en nuestro partido es sinónimo de hablar del monseñor Alejandro Schell.

Nacido en Alemania el 9 de octubre de 1897, Schell emigró a la Argentina y fue ordenado sacerdote en 1922. En un principio desempeñó su función ministerial en zona norte, pero en 1931 lo trasladaron a nuestro distrito para ser el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Paz, la actual Catedral. Nunca más se fue.

Porque hablar de un cura importante en nuestro partido es sinónimo de hablar del monseñor Alejandro Schell.

Cuando en 1957 se creó la Diócesis de Lomas, el padre era vicario general, el segundo de la jerarquía eclesiástica a nivel diocesano. A pocos días de haber iniciado su trabajo pastoral, el obispo Filemón Castellano se enfermó y debió renunciar. Así, en 1958, designado por Pío XII, Schell se encontró con la ardua tarea de organizar la nueva diócesis, conformada por varios partidos. Desde entonces, y por más de 41 años, nuestras calles lo vieron caminar con su paso relajado y su figura robusta, con una mirada bonachona donde se destacaban sus ojos celestes. Su pelo rubio y lacio terminaba de constituir la típica fisonomía de los alemanes. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un cura de pueblo, muy cercano a los vecinos. Y ése es su mayor legado.

La Catedral fue su casa. Para mí ese lugar representa mucho, porque fue ahí donde se casaron mis padres en 1958, donde me bautizaron, donde tomé la primera comunión y donde, en 1992, me casé con Silvia, la mujer de mi vida. La huella del padre no sólo quedó marcada en la iglesia del barrio. El reconocimiento puede apreciarse aún en el homenaje que el Concejo Deliberante dispuso a poco de su muerte, en 1972, cuando bautizaron con su nombre a una calle del partido. Hoy Monseñor Schell nace en la avenida Alsina y las vías del tren, a cuatro cuadras de la estación de Lomas.

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