Nazis en una pileta de Temperley

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Por Sergio Lapegüe

No soy de mirar muchas películas. No porque no me gusten (de hecho me encantan), sino porque no encuentro tiempo para verlas. Pero hace unos días, en un rato libre haciendo zapping, me enganché con una de la Segunda Guerra Mundial. Y me puse a pensar en lo increíble de que un conflicto bélico haya hecho sufrir a tanta gente, de tantos países diferentes. Porque, sí, la Segunda Guerra fue verdaderamente mundial. Y llegó casi hasta el patio de nuestras casas. Literalmente. ¿Quieren conocer la historia?

La llamada batalla del Río de la Plata tiene un lugar destacado en los libros de historia. Ese combate naval, único episodio librado en Sudamérica durante aquel terrible conflicto, se libró frente a las costas uruguayas el 13 de diciembre de 1939 y tuvo como protagonista al acorazado alemán Admiral Graf Spee, que salió a recorrer las aguas del Atlántico con una sola misión: destruir el tráfico mercante del enemigo.

En otras palabras, los jerarcas nazis habilitaban a los marinos del barco a comportarse como corsarios. Tras advertir que muchas de sus naves comerciantes habían sido exitosamente atacadas por el Graf Spee, los ingleses se cansaron y ordenaron atacarlo.

Fue así como, aquel 13 de diciembre, tres cruceros británicos se encontraron con el acorazado nazi frente a las costas de Montevideo.

Pese a la dura resistencia de los alemanes, los ingleses lo terminaron venciendo. Al ver que su buque estaba a punto de ser hundido, el capitán Hans Langdorff decidió amarrar en el puerto de Montevideo. Sin posibilidades de volver a combatir, dejó ir a pique a la nave en las aguas del Río de la Plata cuatro días después y se trasladó hacia Buenos Aires junto al resto de los sobrevivientes.

El capitán, derrotado y deprimido, se suicidó en nuestra capital el 20 de diciembre. El resto de su tripulación se quedaría vagando por la Argentina. Así es como llegamos a Lomas de Zamora. Más precisamente, a Temperley. Luego de que los marinos nazis estuvieran internados en un hospital de la localidad bonaerense de Sierra de la Ventana, las autoridades nacionales decidieron dejarlos en libertad. Algunos hombres, entonces, se afincaron en nuestro partido.

Frente a la casona de la quinta de Gatti (hoy en la esquina de las calles Esmeralda y Carlos Tejedor), vivía la familia Olmos. Cerca de ahí, la quinta de Moliné había sido recientemente comprada por una familia alemana que alquilaba caballos.

Entre sus tantos clientes estaba el vecino Juan Buchanan, quien construyó una pileta. Y allí solían ir los marineros del Graf Spee para refrescarse en el verano. Algunos volvieron a Alemania tras el fin de la guerra, pero muchos decidieron quedarse a vivir en nuestro Partido. En fin, una pequeña anécdota que demuestra que nuestra tierra también tuvo su parte en una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad.

 

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