Las salas de cine de barrio, en extinción 

DE PUÑO Y LETRA. En la primera década del siglo 20, en el café Paulista de la avenida Meeks y 25 de Mayo, se podía disfrutar de un cortado mientras se proyectaba una película muda.

El Avenida sobre Meeks

El Avenida, sobre Meeks.

Como en tantos otros distritos, a mediados de septiembre se anunció la apertura de un autocine en el estacionamiento del hipermercado Coto de Temperley. Habría una pantalla gigante y solo se podría ingresar en auto, respetando todos los protocolos. Una linda noticia en un año repleto de malas, que obligó a muchos negocios a reinventarse para subsistir.  

Hubiera sido divertido pasar una noche en pareja viendo una buena peli desde el asiento del auto, como se hacía antes. Pero al final el proyecto quedó trunco: a poco de su apertura, los organizadores anunciaron el cierre. Parece que la propuesta no prendió y los números no cerraron. Una pena.  

Fue otro revés para el sector del entretenimiento, que viene siendo de los más golpeados por la pandemia y la cuarentena en este 2020. Pero aunque los empresarios del cine hoy darían todo por volver a la vieja normalidad, la realidad es que los años de esplendor de ese rubro en nuestro partido ya habían quedado en el pasado. 

Hace tiempo las salas de barrio se transformaron en una especie en extinción y le dieron lugar a las enormes pantallas de los centros comerciales. Pero en la primera década del siglo 20, cuando el cine era una novedad en todo el mundo, en el café Paulista de la avenida Meeks y 25 de Mayo, justo enfrente de la estación de Temperley, se podía disfrutar de un cortado mientras en una precaria pantalla se proyectaba una película muda. La competencia estaba a pocos metros, en la confitería del Hotel Internacional, pegado a las vías.  

De a poco fueron apareciendo más y más salas en toda la zona. La Sociedad Italiana de Temperley, por ejemplo, inauguró en su sede de Vicente López 789 el cine-teatro Nuova Roma, que luego se llamó Roxy. En 1928 se inauguró el cine Gloria, que más tarde fue rebautizado Astor, en la avenida Almirante Brown, casi esquina 14 de Julio. Unos meses después se construyó, en la avenida Meeks, a pocos metros de la Plaza Espora, el cine Gran Splendid, que funcionó varios años hasta 1966. Después de una remodelación, reabrió sus puertas como el Gran Sud y funcionó hasta 1975. Luego, con otros vientos comerciales, en el lugar funcionaron varios boliches. El más famoso fue Le Paradise, la gloria de los 80. 

Aunque fue en Temperley donde el séptimo arte tuvo mayor arraigo dentro de nuestro municipio, no me quiero olvidar de los tradicionales cines Avenida, Gran Lomas, Español y Coliseo de Lomas; más el San Martín y el Maipú de Banfield. Ni de tantas otras salas de cine, más chicas y barriales, como el San Martín de la calle Riobamba y Carlos Casares, en pleno corazón de Villa Galicia. Hoy quedan pocas: el Hoyts del Coto Temperley, más un par de salas en Adrogué, constituyen la oferta de estrenos en el barrio. Ya vamos a volver a disfrutar de su magia. Ojalá sea pronto. 

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