La historia del emblemático kiosco que funcionaba en la Plaza del Campeón

BANFIELD. Alejandra es hija de Isidoro Tracanelli, quien fue el último dueño del negocio. En una charla con La Unión, contó la experiencia familiar y una anécdota con Sandro.

Sin dudas, un emblema de la Plaza del Campeón de Banfield. Algunos nostálgicos todavía recordarán al kiosco que funcionaba en el espacio público, a metros de la estación de tren. Isidoro Tracanelli fue el último vecino de Lomas que administró el negocio, ahora con sus persianas bajas. Alejandra, hija de Isidoro, contó cómo fue la vorágine familiar durante esos 15 años y admitió que el negocio les dejó un grato recuerdo, a tal punto de haber tenido como cliente al propio Sandro de América.

Isidoro decidió hacerse cargo del kiosco, el cual ya estaba en funcionamiento por el encargado del puesto de diarios que aún funciona en la estación de Banfield. Tras un cambio de titularidad, Tracanelli comenzó a atender el negocio en compañía de su hermano. "Luego de un tiempo, mi tío dejó y se sumó mi mamá, Aurora. Con mi hermana, por supuesto, ayudábamos en lo que se necesitaba", rememoró Alejandra, con cierta emoción.

El negocio se destacaba por contar con golosinas, cigarrillos y artículos de perfumería y limpieza, pero lo cierto es que no se enfocaba solamente en esos rubros. "En el kiosco podías encontrar de todo. Parecía mentira, porque era un lugar chico por dentro, pero tenía hasta el más mínimo artículo que necesitaba el cliente", aseguró Tracanelli.

En el kiosco podías encontrar de todo. Parecía mentira, porque era un lugar chico por dentro, pero tenía hasta el más mínimo artículo que necesitaba el cliente.

Una anécdota que aún resuena y se mantiene viva en la memoria de Alejandra fue cuando atendió al propio Sandro, vecino de Banfield: "Roberto se había quedado sin cigarrillos y se apareció en el kiosco cerca de las 11 de la noche, como cualquier cliente. Fue una experiencia muy linda, era una persona muy agradable y amena".

Según las propias palabras de Alejandra, el kiosco les resultó muy fructífero debido a la ubicación, pero además fue un espacio que les brindó "mucha alegría". "Estaba abierto prácticamente todo el día, desde las 5 de la mañana hasta quizás la medianoche, ya que se esperaba hasta el arribo del último tren para cerrar", dijo la lomense.

Roberto (Sánchez) se había quedado sin cigarrillos y se apareció en el kiosco cerca de las 11 de la noche, como cualquier cliente. Fue una experiencia muy linda, era una persona muy agradable y amena.

En cuanto a la estructura del kiosco, Alejandra admitió que era muy segura: eso se demostró simplemente con el paso del tiempo. "El negocio fue construido debido al ferrocarril y la afluencia de personas que pasan por allí. Al día de hoy, sigue de pie", admitió.

"Lamentablemente, el lugar debió cerrarse tras 15 años y hasta el día de hoy permanece sin atención. Sería muy lindo y emocionante que el kiosco vuelva a resurgir", cerró Alejandra, con un deseo bien latente.

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