La verdadera historia del flautista de Hamelín
Mundos personales. Un 26 de junio, pero de 1284, comenzó a tejerse una terrible leyenda que luego fue adaptada por los hermanos Grimm.
"En el año de 1284 apareció en Hamelín un hombre muy extraño. Llevaba una capa de muchos colores [ ] y decía que sabía cómo librar a la ciudad de ratones y ratas a cambio de cierta suma de dinero", comienza la leyenda del flautista de Hamelín.
El final de la historia, como dice la popular leyenda, señala que los habitantes del pueblo no le pagaron el dinero acordado, el flautista volvió a aparecer el 26 de junio, hace justo 740 años, en el día de San Juan y San Pablo.
Lejos de la apariencia original, esta vez se hizo presente con un aspecto terrible y un extraño gorro rojizo, la misma forma en que se representa al diablo en muchas leyendas de la Edad Media.
Como venganza, el flautista se llevó al ritmo de su melodía a todos los niños y niñas del pueblo, unos 130 en total y, sacándolos por la puerta este de la ciudad, desapareció con ellos en el interior de una cueva.
Sólo se salvaron tres chicos: uno muy pequeño, que regresó a recoger su abrigo, además de uno ciego y otro mudo, que se quedaron rezagados y no pudieron relatar nada de lo visto u oído.
De todos modos, la tradición oral da cuenta de la posterior aparición de todos ellos al otro extremo de la cueva, en Transilvania.
Como otras tantas leyendas medievales, se plantea si lo ocurrido fue real o una mera historia de la tradición oral. Además, el debate se amplía a si hay algún hecho histórico tras el cuento que los hermanos Grimm popularizaron a principio del Siglo XIX.
La primera representación gráfica de los niños saliendo de Hamelín tuvo lugar en 1300 en una de las vidrieras de la iglesia del mercado, destruida en el siglo XVII; en ella no aparecían ratas, sino tan sólo un hombre con un instrumento musical al que seguían los niños.
De todos modos, recién 1565 cuando el conde suabo Froben von Zimmern describió por primera vez en su crónica familiar la plaga de roedores.
Estas plagas eran muy frecuentes en la Edad Media y, aunque los animales aún no eran temidos como transmisores de la peste, sí lo eran por alimentarse vorazmente con los cereales recogidos en las cosechas. Por ese motivo, era frecuente que hubiera personas que se dedicaran a su exterminio.
Al igual que los verdugos, estas personas vivían al margen de la sociedad por las características de su oficio pues, aunque eran muy necesarios, nadie quería compartir su vida cotidiana con estos sujetos.
Dada las características de sus ingratos trabajos, se movían de ciudad en ciudad, de aldea en aldea, sin tener ningún derecho de ciudadanía.
El uso de trampas y de venenos se contaba entre los medios más efectivos para combatir a los roedores. La leyenda, sin embargo, describe un método inusual, pero que resultó igual de efectivo como lo fue el encantador sonido de una flauta.
La base de datos que se corresponden con lo que ocurría en el medioevo en buena parte de Europa, le fue dando asidero a la leyenda que se expandió a través de la tradición oral.
De esta forma, la leyenda y los elementos reales de la historia hicieron que el relato cobre gran popularidad. Incluso el relato tiene un elemento moralizante, al condenar a los pobladores de no pagarle al flautista.
Siglos después, los hermanos Grimm se encargaron de recopilaran las historias medievales y, por lo general, adaptándolas a modo de cuentos infantiles.