Los Paya Alegres de Lomas juntan donaciones y las envían a Chaco
De Fiorito, con el corazón. Son un grupo de seis vecinos que apadrinan un merendero en Quitilipi. Por el Día de la Niñez, además de mercadería enviarán más de 200 juguetes, bolsitas de golosinas, ropa y zapatillas.
La historia de solidaridad en tiempos de pandemia se hicieron noticia a diario con gestos valiosos para acompañar a los que menos tienen. Sin embargo, muchas familias ya vienen con una labor en las zonas más postergadas del país desde hace un tiempo.
Los Paya Alegres de Lomas son un ejemplo de ello. Este grupo de seis vecinos de Fiorito y alrededores apadrinan desde hace cinco años al merendero que lleva su nombre –en homenaje- en la localidad de Quitilipi, en Chaco. Allí, todos los meses reciben mercadería, ropa y demás donaciones de parte de estas tres familias que, con los aportes de otras tantas que suman lo suyo, les dan una mano para seguir adelante.
“Esto arrancó en Moreno con un comedor donde los chicos no tenían nada para el Día del Niño. Nos juntamos entre este grupo de amigos y nos disfrazamos de payasos y fuimos a festejarle el día. Y ahí ya no paramos”, contó Danilo Rodríguez quien junto a su pareja Soledad Sosa son dos de los integrantes de Paya Alegres. Esa primera experiencia sería el puntapié de la llegada a Chaco, que se daría por un contacto desde Quitilipi.
Allá viven unos 70 chicos en una comunidad muy humilde, de casas de barro y alejado de la capital. “Fuimos en dos oportunidades vestidos de payasos y a llevar donaciones. Lo hacemos porque nos gusta, es un compromiso que asumimos y lo tomamos así porque allá esperan nuestra ayuda. No tienen nadie más que les dé una mano y acá, de alguna u otra manera, tenés como arreglarte”, explicaron.
La entrega de este mes será particular porque llevará más de 200 juguetes, ropa, zapatillas y golosinas, además de toda la mercadería que suele viajar en las encomiendas desde Lomas. “También apadrinamos una escuela rural de la zona. En realidad son unas 60 familias que todos los meses reciben la mercadería que enviamos desde acá y que viven en situaciones difíciles: allá hay trabajo con ladrillos, carbón o carpintería. Todo es muy sacrificado y mal pago, por eso nuestras ganas de ayudarlos”, comentaron.
Incluso, una historia particular nació a partir del contacto con la comunidad. “Vimos que una familia muy humilde quería progresar y hacían un esfuerzo importante para construirse una casita de material. Así que con lo que fuimos ahorrando, le enviábamos por MercadoPago el dinero a un corralón y pudimos comprar chapas, puertas, ventanas para que dentro de poco puedan terminar su casa. Y nos contaban: ‘acá para levantar dos filas de ladrillos tenemos que dejar de comer bien durante tres días’. Es muy difícil