Una audiencia marcada por el protocolo y la seguridad
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La audiencia convocada por la Corte Suprema de Justicia de EEUU para analizar un fallo que avala el pedido de información de fondos buitre sobre bienes de Argentina en el mundo, estuvo marcada por un estricto protocolo y amplias medidas de seguridad para poder ingresar a la sede del máximo tribunal.
Desde que la Corte Suprema concedió el pedido extraordinario presentado por Argentina para explicar su posición ante el caso conocido como "Discovery mundial", la expectativa por el primer encuentro cara a cara con los fondos buitre por este tema, fue creciendo a nivel global.
La audiencia, en la que el máximo tribunal analizó la decisión del juez, Thomas Griesa, de apoyar el pedido del fondo buitre NML Capital para obtener información sobre los activos de Argentina en el mundo, concitó la atención de los principales medios de prensa internacionales, así como del público en general que comenzó a arribar antes del amanecer a la sede del tribunal, para poder conseguir la entrada que les permitiría ingresar a la sesión.
Un ejemplo del interés quedó representado en que las personas que llegaron ante las imponentes escalinatas de la Corte pasadas las 6.30 hora local (7.30 en Argentina), no consiguieron acceder a alguno de los 50 asientos que generalmente suelen disponer para el público en las audiencias de alta convocatoria.
En este caso, dada la numerosa asistencia, la cantidad de entradas otorgadas incluso fue menor.
A pesar de las múltiples medidas de seguridad, que comenzaron con el pedido de dejar a un lado todo tipo de objetos electrónicos, incluidos teléfonos móviles y grabadores, y continuó con varias paradas previas para confirmar acreditaciones y pertenencias, la sesión comenzó a las 10 (las 11 en Argentina), bajo un estricto orden que no dejaba rastros de toda la movilización previa de la gente.
Con el solo pedido a media voz por parte de uno de los agentes de seguridad, la sala permaneció en silencio por extensos minutos hasta que sonó el martillo que hizo poner automáticamente de pie a las personas presentes que colmaron las largas banquetas y sillas de madera, para recibir a los nueve jueces del máximo tribunal.
Rodeados por 24 grandes columnas de mármol y pesadas cortinas en tono bordó con arreglos en dorado, los magistrados ingresaron vestidos con túnicas negras, en el órden establecido: primero el presidente y los dos jueces de mayor rango, utilizando la entrada del medio, y luego los seis restantes divididos en pares de tres, a través de las puertas laterales.
Desde ese momento hasta que finalizó la audiencia sesenta minutos después, las únicas voces que se escucharon fueron las de los tres oradores intervinientes: el abogado del estudio Cleary & Gottlieb, Jonathan Blackman, encargado de representar al gobierno argentino; la del procurador general adjunto de los Estados Unidos, Edwin Kneedler, que intervino para apoyar la posición argentina; y la del representante del fondos buitre NML Capital, Theodore Olson.
Los magistrados, por su parte, jugaron un rol de "abogado del diablo" al desplegar una incesante batería de preguntas detalladas e incisivas a los tres letrados, quienes tuvieron que hacer uso de su experiencia ante el máximo tribunal para brindar respuestas puntuales sobre cada una de las indagatorias.
Cuando los dos relojes colgantes que adornan el salón marcaron las 11 y la sesión se dio por terminada, los asistentes abandonaron sus asientos manteniendo el mismo orden y silencio, que el personal de seguridad vestido con trajes oscuros, se encargó rápidamente de recordar a los que por distraídos o novatos, rompían el protoc