Isabel Pizzo, la primera florista de Lomas
a pocos días de que comience la primavera.
Desde hace 42 años atiende el puesto de Boedo y Alem. “Ya me siento la dueña de esta esquina”, dice la vecina, siempre acompañada por su mamá.
Boedo y Alem no es cualquier esquina: tiene el puesto de flores atendido por la primera florista de Lomas. Es Isabel Pizzo, todos la conocen como “la tana”, y desde hace 42 años se dedica a armar ramos y venderlos, con la compañía de su mamá.
Este emprendimiento comenzó cuando Isabel tenía 20 años, ahora tiene 62. Junto a su marido, Roque Wilhalm, con quien se casó a los 17 años. “Teníamos que tener algo, pensábamos en el futuro. Roque empezó a caminar hasta que le dieron el puestito. Nos gustaba esta vereda. Tardó un poco, pero lo conseguimos. Ya soy la dueña de la esquina”, dice entre risas esta argentina con sangre italiana.
"Quedan hombres románticos, de 50 años para arriba y algunos muchachos también cuando llevan las costumbres de sus padres, de cuando le llevaban a su mamá o a su abuela.”
La primera flor que vendieron fue una camelia blanca a un feriante. Pero la historia detrás de las camelias es para admirar. “La camelia es una flor que no tiene tallo. Mi marido iba y cosechaba camelias en quintas en La Plata, además de trabajar en la feria. Después teníamos que armarlas en casa. Veníamos a trabajar sin dormir los jueves, viernes y sábados porque toda la noche armábamos los ramos de camelias. La que más se vendía era la blanca. El puesto era todo blanco”, recuerda, pero aclara: “Cuando empezamos esto no era un puesto, era un cajón cuadrado, sin techo, sin nada, con lluvia, con sol, trabajando siempre”
isabel comenzó con el emprendimiento a sus 20 años.La época de las camelias ya se fue, es sobre todo en agosto, y ahora, con la llegada de la primavera, vienen las fresias, las gerberas, los narcisos. Para Isabel, la tradición de regalar flores sobrevive.
“Quedan hombres románticos, de 50 años para arriba y algunos muchachos también cuando llevan las costumbres de sus padres, de cuando le llevaban a su mamá o a su abuela”, asegura Isabel.
A su lado siempre está su mamá Ana María Concepción Lico, de 86 años, una de esas nonas para la mesita de luz, que charlan con todos y saca a la luz recuerdos de su infancia, en Calabria, Italia.
“Me encanta estar en el puesto porque me quiere todo el mundo. Me siento más argentina que tana, con eso digo todo. Llegué el 7 de septiembre de 1952, cuando acá estaban de duelo por la muerte de Eva Perón. Qué argentina que era. La mejor de todas”, cierra con cierta nostal