Temperley, refugio de Avellaneda
de puño y letra.
Hola, queridos amigos de La Unión. Les cuento que estoy empezando mis vacaciones. Ya dejé de ir a la tele y en los próximos días tocará el turno de descansar de la radio. Ya se enterarán a dónde me voy por las redes sociales.
Enero, por supuesto, es el momento preferido del año por la mayoría de los argentinos para relajarse, incluso para quienes tienen las responsabilidades más importantes. Se habrán enterado de la polémica por las extendidas vacaciones que Mauricio Macri se tomó en Villa La Angostura. Cristina Kirchner elegía la Patagonia en verano: todos recuerdan sus visitas a El Calafate, su paraíso personal. Ahora, si hay un lugar que los presidentes seguramente no quieran visitar en vacaciones es el Conurbano, el distrito que recorren durante el año.
Sin embargo, al ir mucho más atrás en el tiempo en la lista de presidentes, el destino preferido por uno de los hombres más importantes de nuestro país en sus primeros años sorprende: Nicolás Avellaneda solía pasar sus vacaciones en la quinta Paradise Grove de Lomas.
Nacido en Tucumán el 3 de octubre de 1837, Avellaneda comenzó en la política siendo diputado bonaerense, aunque al poco tiempo pasó a ser ministro de gobierno de la Provincia, durante la gobernación de Alsina. En 1868, el por entonces presidente Sarmiento lo designó como ministro de Justicia. Tanto creció que terminó siendo, en 1874, su sucesor en el sillón de Rivadavia. Su mandato es recordado por la primera gran inmigración, la promoción de la universidad pública y la federalización de Buenos Aires.
En medio de un clima político muy convulsionado, el presidente decidió en 1877 buscar un lugar para descansar junto a su familia. Encontró un lugar ideal: la quinta Paradise Grove, actual sede del colegio San Albano. El predio abarcaba varias manzanas entre la avenida Meeks y las calles Guido, Liniers y General Paz. La cercanía con la estación de Temperley la hacía muy accesible desde Capital.
El portón principal estaba sobre la calle General Paz, a unos metros de Meeks. La casa principal, con sus jardines y parques, tenía el aspecto de una villa italiana, aunque con ambientación inglesa. En el parque no faltaba un juego de cricket, varias sillas de montar y hasta dos caballos. Muchos vecinos quizás no conozcan esta historia, pero aún está registrada en nuestras calles: las actuales Avellaneda y Nóbrega llevan esos nombres por don Nicolás y su esposa Car