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Mata Hari, la famme fatal devenida en espía

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Hace 100 años nacía en Holanda esta enigmática mujer que cautivó a la París de “Los años locos” con sus danzas orientales y que murió bajó un batallón de fusilamiento acusada de espionaje.

Hace exactamente un siglo, el 15 de octubre 1917, Mata Hari fue fusilada a sus 41 años, acusada de ser agente doble prusiana y francesa en plena Primera Guerra Mundial. A cien años de su muerte, esta bailarina y femme fatale sigue siendo una leyenda.

Nacida como Margaretha Zelle, conocida como Mata Hari, llegó a París con 27 años en noviembre de 1903. Dejó su Holanda natal después de divorciarse de su marido, Rudolf Mac Leod, un oficial de marina 20 años mayor que ella. Llegó a la Ciudad Luz en busca de fortuna e hizo intentos fallidos como modelo para el pintor Octave Guillonnet.

Empezó a bailar en salones privados bajo el nombre de Lady Mac Leod, antes de hacerse célebre como Mata Hari (“el Sol” en malayo) con “danzas indias”, a pesar de no saber nada de ellas. Emile Guimet, fundador del museo parisino de las artes asiáticas, le abrió su sala de espectáculos para una actuación el 13 de mayo de 1905.

Fue el comienzo de una vida que la convirtió en una artista muy demandada, mientras que ella contaba que había nacido en Java y bailaba como se le antojaba, terminando con un desnudo. Acabó bailando en los teatros parisinos de moda, desde el Folies- Bergere al Olympia, y en otras capitales europeas.

Mata Hari vivió en los coquetos Campos Eliseos, donde ejerció de cortesana y entre sus clientes llegó a haber varios ministros. Al estallar la Guerra volvió a Holanda. Allí, al comienzo de 1916, endeudada por su modo de vida, aceptó que un diplomático alemán pagara sus deudas a cambio de información y se convirtió en el agente H 21.

DE VUELTA A PARÍS. En la ciudad de las luces conoció al capitán Ladoux, oficial del contraespionaje, que desconfiaba de ella. A fuerza de frecuentar a ministros, Mata Hari se creía intocable. Ladoux le encomendó diversas misiones y la vigiló.

En el verano de 1916 aumentaron las sospechas cuando ella se presentó ante la “Segunda oficina” (servicio de información del ejército francés) para pedir un salvoconducto para ir a Vittel, donde Francia construía un aeródromo militar. Lo obtuvo, pero fue el principio de su fin.

En enero de 1917 interceptaron un mensaje de Alemania que probaba que H 21 era un doble agente. Después de estar encarcelada durante meses, fue condenada a muerte y cuando delante del pelotón de fusilamiento le preguntaron si tenía alguna revelación que hacer, Mata Hari respondió: “Ninguna y si tuviera alguna me la guardaría para mí”.

Cuando estuvo frente al pelotón, arrojó un beso hacia los soldados, como el saludo final del espectáculo que fue su vida. “No se le movió un músculo”, reveló uno de los oficiales que participó del fusilamiento.

Este trágico final, le dio a Mata Hari una fama póstuma mundial que seguramente nunca imaginó.

Convertida en mito, su mismo nombre se volvió sinónimo de cortesana espía, intrigante, femme fatale, entre muchísimos otros adjetivos.

Abonó a los modelos de mujeres que se sirven de sus encantos para arrancarles a los hombres confidencias y secretos en la cama, convirtiéndose en el máximo exponente en este sentido al estallar la guerra volvió a holanda. allí en 1916, endeudada por su modo de vida, aceptó que un alemán pagara su de

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