Dieguito, el pibe siempre agradecido a "Doña Tota" y "Don Diego"
EL AMOR POR LA FAMILIA. Para Maradona sus padres eran todo. ¿Cómo fue su infancia? ¿Cómo eran aquellos días en Fiorito? ¿Cómo hacía Don Diego para llevarlo a entrenar? El Diez siempre hablaba de eso.
Llegaron a Buenos Aires sin más equipaje que la esperanza. Chitoro y Tota habían dejado su pueblo -Esquina, Corrientes- para buscar un futuro mejor en la gran ciudad. Con sus cuatro pequeñas hijas, Ana, Rita, María Rosa y Lili, se instalaron a fines de los 50 en una humilde casa en Azamor 523, Fiorito. Allí es donde echaron sus raíces para formar una gran familia.
El destino de los Maradona cambió el 30 de octubre de 1960. Ese domingo de sol nació su primer hijo varón. Diego, padre, disfrutaba de unos mates en su franco después de una larga semana en la molienda, cuando su mujer, Dalma Salvadora Franco, comenzó con las contracciones. Años después, Doña Tota contaría cómo fue el día en el que nació "Dieguito".
"Estaba con la panza muy dura por las contracciones y mi marido y mi cuñada, Ana María, me dijeron que teníamos que irnos rápido para el hospital. Caminamos tres cuadras hasta la estación Fiorito y ahí nos tomamos el tranvía hasta Lanús. Nos bajamos a una cuadra y media del hospital Evita, y a mí me costaba estar parada porque los dolores eran muy fuertes. Ya estaba llegando a la puerta cuando vi, contra el cordón de la vereda, algo que brillaba con forma de estrella. Me agaché a agarrarlo y era un prendedor con forma de estrella, que tenía esos strass chiquitos que lo hacían brillar. Me lo puse en el pecho. Al ver esa estrella que brillaba supe que mi hijo iba a ser especial. Quince minutos después nació Diego".
Dos grandes amores de la vida de Diego fueron sus padres. A pesar de tener una infancia difícil, siempre los recordó con gratitud. No había vez que Maradona no contara esta anécdota: "Para que llegáramos a tener un plato de comida mis hermanos y yo, mi vieja no comía y siempre le dolía la panza. Con los años me di cuenta del por qué de sus malestares".
Como se sentía orgulloso de su mamá, también sacaba el pecho por Don Diego. "El siempre me dio la oportunidad de jugar al fútbol, a pesar de todas las dificultades. Había meses que por ahí tenía que ir a pedir plata para poder pagarme el colectivo para que yo pudiera entrenar. La vida del futbolista no es fácil, y lo único que cuenta es la familia", recordaba.
Algo que contaba en distintas entrevistas era cómo su padre se esforzaba para llevarlo a entrenar: "Mi papá iba a trabajar a las 4 de la mañana, todos los días. Yo me entrenaba miércoles y viernes, y recuerdo que los colectivos venían llenos porque la gente volvía de trabajar. No te iba a dar el asiento. Entonces, él se agarraba del pasamano y yo me metía ahí abajo. Se recostaba sobre mí y dormía tan profundamente que lo tenía que despertar yo".
El mejor futbolista de todos los tiempos también comentaba que él se crió "con amor, ni con bicicletas, ni con asfalto, ni con patio de baldosas". "Yo tenía un patio de tierra y comíamos y nos íbamos a acostar ocho en una pieza. Carne comíamos solamente cuando cobraba papá. Todos los 4 cobraba el sueldo y ese día comíamos milanesas".
Sobre su infancia Diego decía que "le escribía una carta a Melchor, Gaspar y Baltazar todos los años. Les ponía: 'Queridos Reyes, me gustaría que trajeran una bici para la Lili, otra para Mary y una para mí que no tenemos'." Años después entendió porque la bici nunca le llegaba. "Una vez le pregunté a mi mamá si ellos no leían esa carta. Y mi vieja me explicó que para nosotros los Reyes eran pobres. Igual, les cortábamos el pasto y le poníamos el agua, porque queríamos ser agradecidos aunque nuestros regalos fueran siempre los más chiquitos del barrio".
Diego era el quinto de los ocho hijos de una familia numerosa. La mayor es Ana, luego viene Rita (a quien le dicen Kity), Elsa (apodada Lili), María Rosa (Mary) y después del 10, Raúl (Lalo), Hugo (El Turco) y Claudia (Cali), la menor.
"Don Diego" murió a los 87 años el 25 de junio de 2015 y "Doña Tota", a los 81 el 19 de noviembre de 2011.
Diego no ocultó el impacto que significó esas pérdidas para él. "Nunca dejé de ser feliz. El tema es que se me fueron mis dos viejitos, ese es el único problema. Después, lo que me robaron, lo que me sacaron, lo que me siguen sacando no me importa. Daría todo lo que tengo hoy por que mi vieja se aparezca por esa puerta", declaró hace poco.