El doble crimen que marcó la decadencia del bar El Trípoli en Lomas
recuerdos. Supo ser un punto de encuentro muy popular en Lomas, ubicado en la esquina de San Martín y Castelli. Pero la cosas se empezaron a poner feas a fines de la década del 20.
El mate es la infusión argentina por excelencia. Nadie lo duda. La yerba, el mate y el termo ya son marcas registradas que sirven para demostrar nuestra pertenencia (y la de los uruguayos, claro). Pero en nuestras raíces también está muy arraigado el café: Buenos Aires tiene cafeterías turísticas famosísimas alrededor del globo, como Tortoni, La Biela, El Molino, El Ateneo y Las Violetas; y en los últimos años hubo una explosión de cafeterías de especialidad que elevó mucho la vara en cuanto a la calidad del producto.
Las cafeterías fueron siempre un punto de encuentro, de reunión. Y en Lomas de Zamora también tenemos las nuestras. La mayoría de los locales que sirven café están en Las Lomitas: desde comercios históricos, como café París, hasta cadenas internacionales como Starbucks, en la zona gastronómica por excelencia del partido hay de todo. Pero ninguno posee una historia tan curiosa como la de El Trípoli. ¿Me acompañan a conocerla?
Hace un siglo, El Trípoli era el punto de encuentro por excelencia en el barrio. Aunque era un café, allí más que nada se servía alcohol. Estaba ubicado en la esquina de San Martín y Castelli y tenía un toque mágico que lo hacía muy pintoresco.
Al lugar se entraba por la ochava a un gran salón en el que estaban las mesas y dos billares. A un costado había un lugar reservado para los habitués, que buscaban intimidad. Y en el patio había además dos canchas de bochas.
El inquilino que lo regenteaba era Fermín Alfaro. Conocido por tener pocas pulgas, Fermín no dudaba en sacar a patadas a cualquiera que se pasara de la raya. Y lo hacía seguido: si bien la gran mayoría de los clientes de El Trípoli eran vecinos que disfrutaban de pasar el rato junto a amigos jugando al billar, a las bochas o al sapo, el lugar también era conocido por ser el punto de encuentro de personajes un tanto problemáticos: muchos de los asistentes eran conocidos guapos de época, que andaban al margen de la ley, se pasaban con el alcohol y no tenían drama en irse a las manos.
Tras la muerte de Alfaro en un accidente, a fines de la década del 20, las cosas se empezaron a poner feas y El Trípoli empezó su decadencia.
Tras la muerte de Alfaro en un accidente, a fines de la década del 20, las cosas se empezaron a poner feas y El Trípoli empezó su decadencia. Todo se desmadró en mayo de 1928, cuando el café fue escenario de un doble crimen: dos hermanos fueron asesinados a sangre fría por un hombre, según se supo, por cuestiones de polleras. Aquel hecho, sumado a otra brutal pelea ocurrida meses después entre un policía y un cliente, marcó el principio del fin del histórico bar. Quizás los problemas se hubieran arreglado si en vez de tomar alcohol, los muchachos se sentaban a compartir una rica taza de café.