Los hermanos Catelli, una familia atravesada por el arte
comparten mucho más que el ADN.
Son siete: Nicolás y Germán son músicos, Daniella es actriz, Enrique es escritor y Marcelo es dibujante. Silvia hace teatro y tapices, y Claudia amante de la música y la fotografía. Aseguran que en las reuniones nunca falta la música y reconocen que el aporte de sus padres fue fundamental.
Este Día de la Familia no es uno más. En tiempos de aislamiento, los vínculos se revalorizan ante la imposibilidad de tener lo cotidiano, el cara a cara. Los Catelli, además de compartir el apellido y el ADN, los define el amor por el arte: son siete hermanos vinculados a distintas disciplinas de expresión, como actuación, música y escritura.
Enrique (53) es escritor, Marcelo (51) es dibujante, Daniella (50) es actriz; y Nicolás (43) y Germán (39) músicos. Desde Uruguay, hijas de la primera pareja del padre, Enrique, están Silvia (55), que hace teatro y tapices, y Claudia (58), amante de la música y la fotografía. Y parece que con sus hijos, la leyenda continúa.
El mayor de los Catelli, Quique, fue el encargado de mirar para atrás y describir a sus padres. Es escritor y si tuviera que armar algo para su familia, el eje narrativo sería “la locura vinculada al arte”. Tanto él como sus hermanos se pudieron nutrir de sus padres, que nacieron y se conocieron en Montevideo, Uruguay, y llegaron a Remedios de Escalada con algunos de sus hijos en 1975. Los últimos dos nacieron acá.
“Yo creo que tiene que ver no sólo lo artístico de nuestros padres, sino la manera de vivir de ellos. Eran la generación Beat, pleno años 60, liberación, hippismo, venían nutridos de esa cosa revolucionaria, eran militantes del Frente Amplio”, remarca, y agrega: “Mi mamá, Ana María, era dibujante, diseñadora de moda, profe de matemática; y mi padre, Enrique, un gran lector, estudiante de Derecho, procurador, lector empedernido y librero. En mi casa siempre hubo biblioteca. Tengo la imagen de mi viejo leyendo desde chico, de ahí me nutrí yo, del misterio de ver a mi viejo leyendo”.
Daniella Catelli (50) es quizás es en este momento la más famosa. Ella es actriz y docente, da clases de teatro y la materia Prácticas del Lenguaje. Pero desde hace unas semanas saltó a la fama como la “seño picante”, luego de que se viralizara una parodia que hizo sobre una docente en cuarentena, que muchos creyeron como real. Llegaron repercusiones de Uruguay, Colombia, México.
“Fue algo fuerte para todos, inesperado. En el chat de la familia (el de los hermanos se llama “Viva la grieta”) nos mandábamos mensajes. Me enteré de todo por un mensaje de Nicolás, y después enseguida en el grupo llegaban más cosas”, marca.
"Esta pandemia nos hizo mirar más hacia adentro de la familia y darnos cuenta de los que tenemos cada uno, estábamos a las corridas del mundo y nos habíamos olvidado un poco de mirar hacia adentro a nosotros mismos.”
Daniella asegura que nació actriz. Y como docente hace juegos, cafés literarios, obras. “Trato de buscar en el chico la parte artística”, remarca Daniella, quien tiene tres hijos, dos de ellos músicos.
Varios miembros de su familia (hermanos, tíos y sobrinos) formaron la banda “Linaje”, que surgió en el cumpleaños de 15 de su hija y ahora tocan en fiestas y eventos: “Cuando nos reunimos hay música, eso seguro, siempre se arma la banda. Jugamos a improvisar y hacer algo, a crear”.
Marcelo Catelli es el dibujante de la familia, que arrancó en el mundo publicitario, ante de la llegada de la tecnología, en el momento en que había tablero y se hacían bocetos. “Era más difícil, pero más artístico”, recuerda.
Se muestra reflexivo, las raíces familiares y el contexto de cuarentena pesan para bien. “Catelli es un apellido italiano, muy de la familia unida, tenemos un poco de eso en la sangre. Esta pandemia nos hizo mirar más hacia adentro de la familia y darnos cuenta de los que tenemos cada uno, estábamos a las corridas del mundo y nos habíamos olvidado un poco de mirar hacia adentro a nosotros mismos”, cierra.
Germán Catelli vive 100% de la música. Su actividad principal son las clases de guitarra, también toca y es compositor, y trabaja para una productora. “La relación con el arte y con la docencia fue natural, pero yo de esto me di cuenta con el tiempo. Para mí era la forma de vida”, asegura Germán, que está casado con Romina, cantante y retratista.
Su primera guitarra fue a los 8 años, agarró una que estaba arriba del ropero de la pieza, se la habían regalado a Marcelo, pero él nunca la agarró. En cambio, Germán nunca la soltó. “Mi mamá enseguida me mandó a aprender. Pasé por profesores particulares y por la EMBA”, recuerda.
Todos coinciden en que el empuje y el aporte de los padres fue fundamental para inclinarse en este camino del arte, que hoy los une más que nunca a pesar del aislamiento. Siempre hay un tema de conversación, un proyecto para compartir, una opinión que acercar, si no es cara a cara, es por WhatsApp.
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