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Y un día los argentinos dijeron “basta”

Anuario 2019. Después de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri en los que todos los indicadores de la economía empeoraron, la población se hizo oír rotundamente en las urnas y exigió un cambio de rumbo. Ahora se vienen tiempos distintos.

El año que se va, el de la despedida de Mauricio Macri, el de la llegada de Alberto Fernández, el año en el que la economía explotó, en el que el dólar voló por los aires, en el que llegar a fin de mes se hizo cada vez más difícil, fue el año en el que los argentinos dijeron “basta”.

El año en el que el clamor popular provocó un verdadero estallido en las urnas. No es para menos: 2019 fue el año en el que la Argentina volvió a tocar fondo. El año en el que todos los indicadores empeoraron y alcanzaron niveles que no se veían desde hacía 10 años; en algunos casos, incluso más.

La inflación rozó el 60%, el desempleo trepó al 10,6%, la pobreza alcanzó al 40% de la población, las fábricas trabajaron con un 40% de su capacidad ociosa, la actividad acumuló 19 meses de recesión y el consumo cayó en caída libre durante el último año y medio.

Paradójicamente, en plena transición, Macri no esbozó ninguna autocrítica; sino que sacó pecho y tiró la pelota afuera. “En estos años pusimos una vara muy alta que hay que cuidar”, aseguró suelto de cuerpo mientras paseaba ya como presidente saliente por la Fábrica Argentina de Aviones, acompañado por algunos funcionarios de su Gabinete.

La falta de contacto con la realidad le costó caro al exJefe de Estado. Según una encuesta de la consultora D’Alessio IROL-Berensztein Macri terminó su mandato con 66% de imagen negativa: el 51% de la población calificó su gestión como “muy mala”, mientras el 15% restante como “mala”.

La evaluación general sobre su administración cosechó una gran cantidad de críticas respecto al modo en el que abordó la economía (con 75% de imagen negativa), a la forma en la que encaró el problema de la pobreza (con un 79% de críticas) y la inflación (con 60% de opiniones negativas).

el 51% de la población calificó la gestión de Macri como “muy mala”, mientras el 15% restante como “mala”.

Así y todo, gracias a la épica del “Sí se puede” y al profundo rechazo que genera el peronismo/kirchnerismo en un sector de la sociedad, consiguió un 40% de apoyo en las urnas. Ese respaldo lo colocó como el líder “indiscutido” de la oposición. Aunque de momento, el jefe del PRO no eligió ocupar ese rol. Prefiere disfrutar sus días descansando, en el Sur del país junto a su familia o jugando al golf con amigos.

el desempleo trepó al 10,5%, la pobreza alcanzó el 40%, la actividad acumuló 19 meses de recesión y el consumo cayó el último año y medio.

Mientras tanto, el nuevo Gobierno tiene el desafío de avanzar en la reconstrucción del país. Con un déficit fiscal de US$112.300 millones y una deuda de US$92.240 millones, la herencia económica y social que deja Cambiemos es sin duda una bomba de tiempo.

Alberto Fernández se encargó de dejar eso bien en claro desde un primer momento. En su discurso ante la Asamblea Legislativa aseguró que recibió “un país frágil, postrado y lastimado”. Y retrató su punto de vista con una catarata de cifras para avalar su teoría: quedó tierra “arrasada”.

“Tenemos la inflación más alta de los últimos 28 años”, “la tasa de desocupación más alta desde 2006”, “el PBI per cápita es el más bajo desde 2009”, “el nivel de producción industrial es el equivalente al de 2006”, “la cantidad de empresas es equivalente al nivel registrado en 2007: se retrocedió 12 años”, “se cerraron 20 mil empresas”, y en cuatro años sólo en la industria se perdieron más de 141 mil empleos”.

“Detrás de estos terroríficos números, hay seres humanos con expectativas diezmadas. Tenemos que decirlo con todas las letras: la economía y el tejido social hoy están en estado de extrema fragilidad, como producto de esta aventura que propició la fuga de capitales, destruyó la industria y abrumó a las familias argentinas”, advirtió el Presidente.

Por eso, apenas asumió, Fernández decidió anunciar una batería de medidas para beneficiar a los que menos tienen y proponer un cambio de modelo que le imprima al país un giro de 180 grados. “Ahora la prioridad pasó a ser la producción y la economía real, no la economía financiera”, avisó.

Así a los pocos días de desembarcar en la Casa Rosada anunció un plan contra el hambre que demandará al Estado una inversión de $60 mil millones al año, dos bonos de $5.000, (uno en diciembre y otro en enero) para los jubilados que cobren hasta $19.068, un congelamiento de tarifas por 180 días, y el megaproyecto de emergencia social, económica y sanitaria.

“Esto es un punto de partida”, admitió durante un almuerzo en la Asociación Empresaria Argentina conciente de que el camino que tendrá que recorrer será largo.

Si su plan funcionará o no recién podrá ser evaluado dentro de un tiempo, una vez que se vea el impacto de las medidas, durante los primeros meses del próximo año. Lo cierto es que mientras eso sucede en Argentina corren nuevos aires. Millones de personas ahora tienen espera

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