“Nuestro primer cliente fue un vecino que venía de Capital y compró La Unión”

Cuando su padre arrancó con el reparto, en 1953, usaba un carro con caballo. Oscar Carrizo lleva más de 50 años como canillita en Banfield Este y vivió la transformación del barrio.

En sus más de 50 años como canillita, Oscar Carrizo tiene recuerdos imborrables, como el primer cliente que tuvieron en el Barrio Nuevo, un hombre que venía de Capital y para enterarse de las novedades de la zona a la que se mudaba compró La Unión.

El recuerdo viaja en el tiempo y se sitúa en la década del 60, cuando terminaron de construir las primeras 4 manzanas del Barrio Nuevo y entregaron a los primeros dueños los chalets, en 1961-62. “El primer vecino que se mudó se llamaba Fernández y ocupó la casa de Granaderos 1471. Ese hombre con su familia llegó un fin de semana y no le habían entregado la llave de su casa por lo que durmió en el camión de la mudanza sin poder bajar sus cosas. Por la mañana pasamos con mi papá repartiendo y nos contó sus peripecias” cuenta Carrizo.

Y agrega: “Imaginate, venía de Capital y se encontró en una vecindad fantasma, quería saber de la zona y compró el Diario La Unión. Fue nuestro primer cliente en el barrio y a los diez años yo se lo llevaba todos los días”.

TESTIGO PRIVILEGIADO. Carrizo fue testigo de la transformación de una zona de montes, campos y calles de tierra a uno de los barrios tradicionales que hoy tiene Banfield Este. “Mi papá y mi tío eran diarieros, así que vengo de familia de canillitas. Cuando arrancaron con el reparto, en 1953, usaban un carro de caballo para llegar a los domicilios porque en esa época aún no existían los puestos callejeros, era todo campo y se complicaba transitar durante los días de lluvia”, recuerda el hombre a quien todos conocen como Cacho.

ESFUERZO DIARIO. El radio compuesto por las calles Granaderos, Peña, Gallo y Melo hasta Derqui fue uno de los primeros en los que se desplegaron los avances. “Las casas y numeraciones eran iguales, así que las identificábamos por las macetas o algún detalle particular. A los 10 años quería una bicicleta, mi viejo me la compró y me dijo ‘ahora te las tenés que pagar’”, cuenta entre risas Cacho, que trabajaba a la mañana con la repartición de los diarios a clientes que lo querían antes de las 7 porque se iban a trabajar y a la tarde, luego de descansar un rato en su casa, se iba a la escuela (la primaria la hizo en el Espíritu Santo y la secundaria en el Instituto Ricargo Güiraldes).

El mejorado de las calles con brea y la llegada de más gente al barrio era la oportunidad justa para apostar a un lugar fijo de trabajo. Es por eso que, a fines de los ´60, la familia Carrizo abrió dos puestos: uno en Derqui y Pintos, y el otro en Pedernera y Roldán, que hoy conserva.

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