Compartir escenario con Néstor Kirchner
sorpresas te da la profesión.
Cuando empecé a estudiar Periodismo jamás imaginé compartir un escenario con Néstor Kirchner. Era 17 de octubre, día bien peronista, y estaba a la espera de que comience el clásico acto político en San Vicente para poder anotar las declaraciones más importantes y hacer, así, mi nota.
El principal orador, Néstor Kirchner, era esperado por miles de militantes que no se cansaban de agitar sus banderas. Yo estaba al costado del escenario. Llegó él, sabiendo que era protagonista, pero sin aires de divo. Paró a saludar a cada uno que se le cruzó. Todavía cierro los ojos y veo el eterno abrazo que le dio a un colega mío, a quien no conocía.
Él se quedó emocionado y me transmitió su alegría. “¡Qué grande!”, me dijo entre lágrimas. Por fin subió al escenario y se generó ese encuentro con la multitud que tanto parecía disfrutar. Se sentó en una de las sillas, junto a intendentes de todos los distritos de la región. De repente, por malos cálculos o faltazos sin aviso, quedaron sillas vacías.
Mi jefe ahí presente me dijo: “Subí, dale”. Yo lo miré y pensé hacia adentro: “Este hombre está loco”, pero mi cuerpo dijo lo contrario y subí al escenario con mi cuaderno de anotaciones.
La llegada de su discurso fue el momento más esperado. La gente, que esperó por horas, no paró de venerarlo. ¡Qué presencia! Verlo hablar desde atrás no es algo común, pero el cuerpo habla, y mucho. Durante sus palabras, despojadas de formalismos y repletas de pasión, Néstor no movió sus pies, no titubeó ni una sola vez, no miró hacia atrás, no hizo señas, no leyó, ni siquiera tenía un ayuda-memoria. Impecable.
Pero debo reconocer que no escuché su discurso a la perfección. Es que pensaba en cómo había llegado ahí y se me escapó una sonrisa tímida. No tenía un buen celular para sacar una foto. La imagen sólo quedó en mi memoria. Y además, qué cara pondría mi papá, radical hasta la médula, cuando le cuente.
También pensaba que todo esto se lo iba a contar a mis nietos, orgullosa, porque nadie puede negar lo que representó Néstor para el pueblo argentino, ese pueblo que vio arder el país en 2001 y pedía cambios a gri