Con actitud Sin elegirlo, Griselda Allovetti tuvo que dedicarse al negocio de la carne que mantiene hasta hoy en el Barrio Laprida y aseguró que no se imagina su vida alejada del local.
Una verdadera historia de lucha es la que protagoniza hace más de tres décadas la carnicera del Barrio Laprida de Lomas Griselda Beatriz Allovatti, que con 63 años sigue trabajando en su local porque está inmensamente agradecida por todo lo que ese oficio le dio, a pesar de no elegirlo.
Cuando tenía 27 años se quedó viuda y a cargo de un hijo muy chico. Su marido era carnicero y de golpe tuvo que hacerse cargo de un oficio que desconocía por completo y que además siempre estuvo muy vinculado a los hombres.
"Me quedé sola con un hijo de 9 años y con las máquinas de las carnicería, yo no tenía estudios y me había casado a los 17, pero igual le puse el pecho porque enseguida entendí que había que salir adelante, pero no sabía nada de nada y fue un aprendizaje de cero", recordó sobre el año que tuvo que crecer de golpe a nivel laboral que fue en 1988.
Griselda hizo todo por salir adelante porque había una boca que alimentar y ella era su único sostén. "Comencé con dos máquinas y un empleado, pero gracias a un señor que se llamaba Daniel logré capacitarme en el oficio porque él me ayudó mucho y era como mi socio durante los primeros años", detalló la carnicera que tiene su local en Boero 495, Lomas.
Me quedé sola con un hijo de 9 años y con las máquinas de las carnicería, yo no tenía estudios y me había casado a los 17, pero igual le puse el pecho porque enseguida entendí que había que salir adelante.
Gracias a ese "padre de la vida" que se cruzó en el camino de Griselda, ella logró convertirse en carnicera en una época donde no había mujeres en ese rubro y también tuvo que enfrentarse a la mirada de los clientes que no entendían que ella estaba al mismo nivel de cualquier carnicero varón.
"Después de estar en sociedad con Daniel, él me dijo que sentía que yo ya estaba preparada para seguir sola con la carnicería y fue muy fuerte para mí porque había gente que no aceptaba la falta de un hombre en el negocio y eso me daba miedo", manifestó la vecina del Barrio Laprida que actualmente vive sólo a unas pocas cuadras del local que le puso "Roma".
Desde ese entonces, Griselda siguió sola hasta ahora, que sigue trabajando hace más de 30 años orgullosa del oficio que la vida le puso adelante para criar a su hijo sola.
"Me manejo sola siempre, sólo que tengo un muchacho que me ayuda con el tema del peso que no puedo levantar y me da una mano", dijo y resaltó que la carnicería es parte de su vida: "Lo que más me gusta de mi trabajo es la gente, mis clientes porque recibo mucho amor de ellos y hasta son parte de mi familia".
Toda esta lucha de años valió la pena para la carnicera de Laprida porque pudo darle la oportunidad de estudiar a su hijo y hasta logró comprarse su propia casa. "De a poco, la gente me fue aceptando, creé un vínculo de amistad con ellos y eso me fue dando confianza. Soy muy del vínculo con mis clientes porque se crea una relación. Yo soy la que sabe lo que comen y en ésta época de fiestas me siento muy responsable porque es lo que llevan a su mesa", aseguró la carnicera.
Griselda siempre se tomó con mucha responsabilidad su trabajo y no se imagina su vida sin el negocio, por eso afirmó: "Estuve 15 años trabajando de lunes a lunes sin parar para comprarme el techo propio, brindarle un estudio a mi hijo que es técnico mecánico. Él fue mi combustible espiritual en todos estos años de trabajo y siento que todo lo que logre, todo fue por él".
Aunque ya está jubilada, la carnicera del Barrio Laprida quiere seguir brindando el mejor servicio a sus clientes y por el momento no está decidida a dejar el oficio que marcó su vida para siempre.