El Colegio Sarmiento, obra y legado del profesor Mariño

HISTORIA LOCAL. Pavada de desafío fue ponerle a la institución el nombre en homenaje a Domingo Faustino, el impulsor de la revolución educativa argentina. 

¡Hola de nuevo, queridos amigos de La Unión! Con el año escolar llegando a su fin, quiero aprovechar para recorrer (y destacar) la historia de una de las instituciones más destacadas de Temperley y la de su fundador: les hablo del Colegio Sarmiento y de José Ramón Mariño, "el profesor". 

La escuela es mucho más que un edificio donde se enseñan materias; es el corazón latente de cualquier comunidad. Es ese lugar donde se cruzan historias, se forman valores y se construye el futuro. Es en las aulas donde los chicos aprenden a soñar con un mundo mejor, pero también a debatir, a respetar al otro y a reconocer que las diferencias nos enriquecen.

La escuela no solo educa a los alumnos, sino que también es un espacio de contención, un refugio donde se alimentan esperanzas en barrios donde a veces falta de todo menos el deseo de salir adelante. 

Algo de esto seguramente pensaba Mariño cuando en 1938 decidió fundar el Colegio Sarmiento. Pavada de desafío fue ponerle a la institución el nombre en homenaje a Domingo Faustino, el impulsor de la revolución educativa argentina. 

Contaban quienes lo conocieron que Mariño era una persona íntegra y competente en su rol educativo. No por nada una calle del barrio lleva su nombre en reconocimiento a su trabajo. Sigamos: el Consejo General de Educación de la Provincia de Buenos Aires incorporó el 13 de junio de 1939 a la enseñanza oficial los seis grados primarios del establecimiento.

En sus comienzos fue el Colegio Mariño y recién el 27 de marzo de 1941, por resolución del Consejo Federal de Educación, se cambió el nombre al actual Colegio Sarmiento. 

Si bien no hay testimonios o documentos de aquella época, tenemos pautas y referencias de exalumnos y allegados a la institución que permiten inferir que era un colegio con sólida formación en la enseñanza, con una disciplina rígida adecuada a la demanda social de entonces, pero que desarrollaba un fuerte sentido de respeto y responsabilidad.

Hoy, en su sede de la calle Moreno 280, el Colegio Sarmiento sigue iluminando el camino para cientos de jóvenes. 

El profesor Mariño dictaba clases en 5° y 6° grado, ejerciendo además la dirección. Con conocimientos sobre filosofía, literatura e historia, quedaron plasmados en algunos discursos dictados en el Rotary Club y otros lugares de Lomas. Fue una persona y un docente muy respetado, no sólo por sus conocimientos, sino por otras cualidades como dar trabajo y oportunidades a los ex alumnos. En 1968, algo cansado de las exigencias administrativas y no de la tarea educativa, alquiló el colegio. Murió en 1974, noticia que causó gran pesar en la comunidad que aprendió a quererlo y respetarlo. 

Hoy, en su sede de la calle Moreno 280, el Colegio Sarmiento sigue iluminando el camino para cientos de jóvenes. Me despido recordando que una ciudad con escuelas fuertes no solo educa a sus jóvenes, sino que también forja el tejido social que la mantiene unida. Cuidar nuestras escuelas es cuidar nuestras raíces, pero también sembrar para el mañana. ¡Hasta la semana que viene, amigos! 

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