La quinta que un expresidente elegía para descansar en Lomas
CURIOSIDADES. El predio abarcaba varias manzanas, entre la avenida Meeks y las calles Guido, Liniers y General Paz. La cercanía con la estación de Temperley la hacía muy accesible desde Capital.
¡Hola, queridos amigos de La Unión! Escribo estas líneas desde la playa, un lugar al que siempre me gusta volver en verano. Viajé con mi esposa y con dos amigos de la vida. Me encanta tirarme a descansar en la arena y llenarme con la energía del mar... Disfruto muchísimo. Como me gusta decir, las vacaciones son "mi cable a tierra"; una manera de desconectarme del ritmo frenético del año.
Aprovechando que estamos en enero, el mes más usado por los argentinos para hacer una escapada, me propuse repasar la historia de uno de los hombres más importantes de nuestro país en sus primeros años: Nicolás Avellaneda. ¿Por qué? Porque el expresidente solía pasar sus vacaciones en la quinta Paradise Grove, ubicada, precisamente, en Lomas de Zamora.
A Avellaneda se lo recuerda por haber sido el gran promotor de la inmigración, la universidad pública y la federalización de Buenos Aires. Nacido en Tucumán el 3 de octubre de 1837, Chingolo (así le decían, por su baja estatura) comenzó en la política siendo diputado bonaerense, aunque al poco tiempo pasó a ser ministro de Gobierno de la Provincia, durante la gobernación de Alsina. En 1868, el por entonces presidente Sarmiento lo designó como ministro de Justicia. Tanto creció Avellaneda, que terminó siendo, en 1874, el sucesor de Domingo Faustino en el sillón de Rivadavia.
Pero, ¿cómo llega Avellaneda a Lomas? En medio de un clima político muy convulsionado, el presidente decidió en 1877 buscar un lugar para descansar junto a su familia. Eligió la quinta Paradise Grove, actual sede del colegio San Albano. El predio abarcaba varias manzanas, entre la avenida Meeks y las calles Guido, Liniers y General Paz. La cercanía de la residencia con la estación de Temperley la hacía muy accesible desde Capital. El portón principal estaba sobre la calle General Paz, a unos 120 metros de Meeks.
La casa principal, con sus jardines y parques, tenía el aspecto de una villa italiana, aunque con ambientación inglesa. Era muy lujosa: tenía detalles en mármol y caoba. Avellaneda, un apasionado por el ajedrez, se había mandado a hacer una mesa especial para jugar que ubicó en la sala principal. En el parque, claro, no faltaba un juego de cricket, varias sillas de montar, un coche con cristales y hasta dos caballos.
Muchos vecinos quizás no conozcan esta historia, pero nuestras calles sí fueron testigos. Tal es así, que las actuales Avellaneda y Nóbrega llevan esos nombres en recuerdo de don Nicolás y su esposa Carmen, aquella pareja presidencial que disfrutó mucho su paso y estadía en la vieja casona de Temperley. ¡Hasta la historia que viene!