La ilusión de un vecino de Lomas por un tesoro que no fue 

de puño y letra. En vieja casona de Pereyra Lucena al 1000, Romano "Tano" Pavoni creyó haber encontrado algo muy valioso en el jardín y montó un impresionante operativo. 

Sergio Lapegüe con otra historia lomense para contar

Sergio Lapegüe, con otra historia lomense para contar.

Lomas de Zamora podrá ser muchas cosas, pero si hay algo que nadie podría asegurar es que se trata de un polo de riqueza en recursos naturales. Nuestra ciudad, como casi toda la región pampeana, tiene mucho potencial para la agricultura y la ganadería, pero, con el avance de la urbanización, casi no quedaron terrenos disponibles para sembrar y criar animales.

¿Petróleo? Imposible, dirán. Y tendrán razón. Pero, hace algunos años, esa posibilidad sonó fuerte e incluso llegó a ilusionar a algunos vecinos. El responsable de la teoría fue Romano "Tano" Pavoni, un inmigrante italiano que creyó haberse hecho millonario después de haber encontrado "petróleo" en el patio de su casa. ¿Me acompañan a conocer su historia? 

A mediados de la década del 50, toda la atención del municipio se centró en una vieja casona de Pereyra Lucena al 1000, entre Penna y Almafuerte. La vivienda, que en esa época tenía un frente con viejos pilares de ladrillo despintados y un fondo con plantas muy crecidas, había pertenecido a un importante personaje del tiempo de Juan Manuel de Rosas. O al menos, claro, es lo que contaban los vecinos más memoriosos. Aquella casona terminó en manos del simpático y excéntrico Pavoni. El Tano, como le decían, aseguraba que pertenecía a la nobleza europea y se había metido en política a mediados de los 40, de la mano del Partido Conservador.  

Tras mudarse a Lomas, Pavoni hizo un anuncio que dejó a todos con la boca abierta: "Hay petróleo en el fondo de mi casa". ¿En qué había basado su proclama? En que una tarde, mientras hacía una limpieza en su terreno, encontró grandes piedras impregnadas de un líquido oscuro y viscoso. 

La noticia salió en los diarios de todo el país y Pavoni se puso en campaña para sacarle provecho al "oro negro". Hizo venir a ingenieros, técnicos y operarios para analizar el terreno y hasta compró costosas máquinas para comenzar con la exploración. Las perforaciones, con metros y metros de caños, despertaron mucha curiosidad en la gente, que no podía creer que semejantes bombas estuvieran trabajando su barrio. Pese al escepticismo y las burlas de sus vecinos, el Tano siguió con la idea fija de hacerse rico.  

Nuestro hombre llegó a gastar una fortuna, pero poco a poco la ilusión se fue desvaneciendo. Según determinaron meses después los expertos, ese aceite oscuro impregnado en las piedras era fluído vinculado a los restos de animales muertos muchísimos años atrás, no petróleo. No pudo ser.