Volver a festejar 

DE PUÑO Y LETRA. Esta Copa América deja una lección: las cosas pueden salir mal una, dos, tres, varias veces, pero siempre hay que volver a intentarlo. 

Y un día volvimos a festejar, queridos amigos de La Unión. ¡Campeones de América! Por fin llegó el título tan esperado. Gracias a Leo Messi, a Ángel Di María, a los jugadores por ganar la copa en el Maracaná y, sobre todo, por llenarnos una vez más el corazón y los ojos con lágrimas de felicidad. En este momento tan difícil para todos, el fútbol nos saca una sonrisa. Y también nos deja una lección. Porque las cosas pueden salir mal una, dos, tres, varias veces, pero siempre hay que volver a intentarlo. Caerse, levantarse, seguir, volver a caer y otra vez levantarse. Así, una y mil veces. Las que hagan falta. A la larga, la vida te va a dar una recompensa.  

La alegría de la gente fue impresionante. Todos vimos las imágenes del Obelisco. Los bares estuvieron llenos hasta la hora que estuvo permitido. Incluso en zona Sur la gente se juntó en las calles a festejar. Ojalá que sea una señal de que la pesadilla de la pandemia está cerca de terminar. Lo necesitamos todos. Y algunos, mucho más: gastronómicos, salones de fiestas, la movida nocturna son algunos de los sectores que ya no tienen margen para aguantar. Hoy, en esta columna, un humilde homenaje a ellos con la historia de los boliches en Lomas de Zamora. 

Ojalá que sea una señal de que la pesadilla de la pandemia está cerca de terminar. Lo necesitamos todos.

Las primeras fiestas se hacían en clubes. Recién en 1950 las cosas se empezaron a poner un poco más profesionales. Fue en ese año que el empresario Carlos Martín comenzó a organizar bailes todos los domingos con un único requisito: la elegancia. Así fue como, entre trajes y corbatas, nació Mi Club de Banfield sobre la calle Chacabuco. Hasta 1958 funcionó solo los domingos de invierno. Recién un año más tarde abrió los sábados. Los requisitos eran que los hombres fueran "sin barba ni pelo largo y las chicas vestidas con decoro, sin jeans".

El control era tan estricto que un oportunista abrió una peluquería a metros del lugar para que los rechazados pudieran corregir su aspecto a último minuto y así lograr pasar. 

Durante un par de décadas, Mi Club fue "el" boliche de zona sur y también el lugar de encuentro para cientos de parejas. No por nada lo llamaban el "registro civil" de la noche. Pero en 1982, de la mano de la música disco, apareció en el centro de Temperley el mítico Le Paradis. Allí se innovó con la música, los equipos de sonido e iluminación. También comenzó a funcionar la matinée, marcando un antes y un después de la noche de Lomas.

Y, por supuesto, en ese escenario se presentaron las mejores bandas del momento: Soda Stéreo, Virus y Los Abuelos de la Nada. En 1988, muy cerca de donde quedaba Le Paradis (cerró en el 86), su fundador inauguró La Fábrica. El nuevo boliche, más grande, fue pionero en incluir un espacio al aire libre. Otro local que marcó época en nuestro partido fue Peteco's, que abrió en 1994 en la esquina de Meeks y Garibaldi como un bar de tercer tiempo para los clubes de rugby. Con el pasar de los años se fue reformulando el negocio y el baile y las bandas ganaron la escena. Hasta antes de la pandemia, los más populares en el centro de Lomas eran Beliving, Había una vez y Rosko. Ojalá pronto los jóvenes y no tanto puedan salir a festejar.

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