Graciela y Martina Vior, un vínculo potenciado por el arte
celebran juntas el Día de la Madre.
Madre e hija, artista plástica y música, comparten su pasión por la creación y la docencia. Sus elecciones, reconocen, se dieron en parte por herencia.
El vínculo madre-hijo/hija se construye día a día, con complicidades, consejos, abrazos, charlas, discusiones. Pero si además de esto se suma el poder compartir la misma pasión, todo se potencia. Graciela y Martina Vior son un ejemplo de ello, bien unidas por el amor al arte.
Graciela es artista plástica; y Martina, música. “Cuando mi hija empezó a incursionar en el arte, siempre estuve a disposición”, afirmó Graciela, y luego Martina, quien egresó del Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, agregó: “Uso el apellido de mi madre y no es casual. Compartimos todo, incluso la información y los conocimientos”.
Además de crear y ser talentosas, las dos son docentes. A la hora de hablar acerca de su labor frente a los estudiantes, Graciela admitió: “He tenido millones de alumnos y jamás en la vida se me ocurriría decir que alguien es malo dibujando. A mí lo que sí me importa es que lo intenten, soy muy perseguidora en ese sentido”. La escuela Modelo Lomas contiene grandes murales confeccionados por trabajos hechos por ella y sus alumnos.
“uso el apellido de mi madre y no es casualidad. compartimos todo, incluso la información y los conocimientos.”
Y esta labor docente de su mamá la influyó a Martina en sus decisiones: “Que mi casa siempre haya estado llena de gente ligada al arte es algo que me marcó indiscutiblemente en relación a las producciones artísticas, ver a tantos chicos de mi edad haciendo cosas y ensayando era maravilloso”.
Martina cuenta que ser compositora la llevó consecuentemente a ser también cantante, aunque ella consideraba que le faltaba mucho para poder llegar a serlo, y ni siquiera pensaba que poseía buena voz. “Hubo gente que me apoyó y armé una banda, así comenzó todo. Actualmente tengo tres proyectos, como que quiero cumplir muchas vidas en simultáneo en una sola, en el mismo momento”, contó Martina, y aseguró que uno de los grupos musicales que tiene se dedica al público infantil e incluye un proyecto teatral.
En esa propuesta entraron las manos de Graciela, quien la ayudó en la realización de objetos lúdicos, títeres, vestuarios e indumentarias. “Mi consejo para todas las madres es que prediquen con el ejemplo. Hay que mirar, compartir, preguntar y si pueden trabajar o estudiar, que lo hagan porque es maravilloso, creo en eso”, concluyó la mamá.
EL LEGADO DE PAPÁ. La pasión de Graciela se la traspasó su papá, quien egresó de la escuela de Bellas Artes y estuvo vinculado por sus obras a Benito Quinquela Martín, considerado un artista intuitivo y no académico. “A mi papá lo veía siempre dibujando y era muy creativo. Me pintaba los disfraces, las camas, el cuarto. Lo hacía por trabajo, pero a su vez por placer y por amor”, recordó.
Martina destaca una anécdota que la marcó para siempre: “Mi mamá tenía un dibujo de mi hermana y mío en un cuadro, pero el que había hecho yo era más rústico e infantil. Al tiempo, mi hermana hizo un comentario sobre aquel dibujo y entonces lo agarré para completarlo. En ese momento, la obra era así. Un músico o un pintor pueden tardar tres años en concluir su obra”.
¿Habrá una cuarta generación de artistas en la familia?, Graciela tomó la posta y admitió que a su nieto Bernardo (hijo de Martina) “le gusta y le tira el rubro