Una nueva edición de “Historias Breves”, con siete debutantes
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Llega a las salas una versión renovada de este clásico del cine argentino con un septeto de films, entre los que se destacan “Toda mi alegría” y “La de Messi”.
Después de 23 años, “Historias Breves” va por su edición número 15, con siete propuestas de jóvenes realizadores de los que se espera puedan surgir nuevos talentos y que llega hoy a las salas argentinas. Resultado de un concurso para la producción de largometrajes impulsado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), desde 1995, la primera camada, surgieron Daniel Burman, Israel Adrián Caetano, Jorge Gaggero, Sandra Gugliotta, Lucrecia Martel, Rodrigo Moreno, Pablo Ramos, Ulises Rosell, Andrés Tambornino y Paula Hernández. Para esta entrega fueron elegidas, todas de directores debutantes, “La sombra quema”, de Ezequiel Yoffe; “Toda mi alegría”, de Micaela Gonzalo; “Carla”, de Lucía Ayelén Dobal; “La de Messi”, de Mauro Iván Ojeda; “El último cuentista”, de Adrián Ramírez; “Capacocha”, de Tomás Pernich; y “Superdulce”, de Matías E. Guillán y Guido Villaclara, que abordan distintas temáticas. Las siete. “La sombra quema”, con Juan Palomino y Charo Bogarin, transcurre en un paraje montañoso de Salta, para hablar de amor y odio, y de machismo posesivo que desata un cruento duelo de personajes en medio de la inmensa y casi desértica soledad. “Toda mi alegría” expone el aburrimiento en familias de clase media provincial y cómo con este entorno una niña casi adolescente intenta encontrar la felicidad fuera de los lugares comunes impuestos y tiene un primer gesto que anticipa su futuro. En un tono emparentado con éste funciona “Carla”, en el que una niña se resiste a asumir el rol de “bonita” que le impone su madre, y termina encontrándole un sentido a su vida, también rutinaria y aburrida, en una clase de educación física escolar. En “La de Messi”, el mundo es el de la marginalidad lumpen, de una pequeña familia que sobrevive del cartoneo de sus pequeños hijos, hasta que sobreviene un sorpresivo hecho que termina exponiendo a esos chicos a una realidad inapelable, que los supera. También localizada en un pueblo del interior profundo es “El último cuentista”, cuyo título refiere a un vecino que por herencia de su abuelo toma el papel de hacer bromas en los velorios, un solitario que relata sus sentimientos en primera persona. La cuota de pluriculturalidad está presente en “Capacocha”, cuyo título refiere a la Tawantinsuyu, la más importante de las ceremonias incas, en este caso con eje en un humilde inmigrante peruano y su sensación frente a la distancia y a la soledad profunda. Finalmente “Superdulce” juega a la fantasía, también con un relator en este caso fuera de cuadro, con un texto que gira alrededor de un misterioso pote de dulce de leche capaz de convertirse en un bálsamo para un momento crucial en la relación de una joven pareja.