Sandro es rock
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Se cumplen ocho años de la muerte de este genial artista, que pasó parte de su vida en Banfield.
Ya es materia conocida que el rock tiene su fecha de nacimiento el 3 de julio de 1967, cuando Los Gatos publicaron “La Balsa”, de todos modos existe una prehistoria de aquel hecho y esas páginas fueron escritas mayormente por Sandro.
El apodo “el Elvis argentino” es absolutamente justiciero para la figura de Roberto Sánchez, que comenzó a emular a su ídolo desde su más tierna edad. Según da cuenta la leyenda, el pequeño Gitano en la Escuela Nº3 República de Brasil de Valentín Alsina, cuando cursaba la primaria, tenía que hacer una fonomímica de su ídolo, pero el disco falló y el futuro ídolo de la canción de habla hispana cantó el tema completo, sin la menor complicación.
“Yo me nutrí con el rock. Gracias al rock dejé las calles, las navajas y las cadenas, y agarré una guitarra. Dejé la campera de cuero y las pandillas. El rock me salvó. Me salvó de que fuera quizás un delincuente”, aseguró Sandro en alguna oportunidad y quizá no sea exagerada esa afirmación.
Este artista largó rápido los libros y se ganaba la vida ayudando en el negocio familiar y en los oficios más diversos, mientras que despuntaba el vicio rockero en sus primeras formaciones juveniles.
Ya con Sandro como nombre artístico, el nombre que para él tenía pensado su madre, en 1960 arremete con Los de Fuego, la banda que lo secundaría en la primera parte de esa década. Con este grupo, pionero del rock argentino, emuló como nadie a Elvis, tanto en el modo de cantar como en el desenfreno escénico, al tirarse al piso y contonear la pelvis, para escandalizar a la pacata sociedad de entonces.
El grupo, que comenzó haciendo covers y luego fue sumando sus propias composiciones, ganó gran popularidad en la televisión argentina. Su debut fue en “Aquí la juventud”, y luego participó de “Sábados circulares”, de Pipo Mancera, el ciclo más exitoso de entonces.
Estando en jaque a su favor, Sandro pateó el tablero y fue dejando el rock y la ropa de cuero para convertirse en un baladista, apto para el mercado internacional, mientras comenzaba a cuidar su intimidad en su casona de Banfield, donde vivió el resto de su vida.
De todos modos, nunca se apagó su ADN rockero y hasta en los últimos shows que dio en su vida incluyó unos clásicos del género, para el delirio del público.
Este pionero del rock & roll en habla hispana, admirado e idolatrado por varias generaciones, partía hace 8 años, el 4 de enero de 2010, en Mendoza, y aún se lo extraña.