justicia Esta vez, declararon Julio Daniel Chachagua, Rodolfo Monzón, Carolina Ortiz, Alicia Susana Quiróz y Alfredo Ramos.
En la audiencia N°109 por el juicio "Pozo" de Banfield, "Pozo" de Quilmes y "El Infierno" de Avellaneda declararon los sobrevivientes Julio Daniel Chachagua, Rodolfo Monzón y Alfredo Ramos; la hija del detenido desaparecido Pedro Alberto Ortiz, Carolina Ortiz, y la viuda de Horacio Rapaport, Alicia Susana Quiróz.
El primero en testificar fue Julio Daniel Chachagua, quien fue secuestrado la noche del 15 de junio de 1977. Violaron la cerradura de su casa en Temperley mientras dormía junto a su compañera, Celia Regina Paredes. Ella llevaba un embarazo de seis meses.
En ese momento él tenía apenas 22 años y a causa del golpe de Estado, hacía un año había renunciado a su trabajo en una fábrica metalúrgica de Lanús. Allí, militaba en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).
Aquella noche lo secuestraron y se lo llevaron a un centro clandestino de detención donde fue sometido a un interrogatorio. "Recibí golpes, me hacían rebotar contra la pared, contra los escalones. Me sientan en una silla, me atan y empieza el interrogatorio. Me dijeron que tenía que decir todo lo que sabía que si no iba a ir a la parrilla. Yo no tenía mucho para decir, hacía más de un año había dejado la fábrica", relató.
Días después lo liberaron. "Me tiran al suelo, siento el frío en la nuca y me dicen vos cuando no escuches más el motor del auto, ahí recién te levantás. Yo no lo podía creer, ya me había despedido de todos", recordó.
"Nuestra Argentina vivió una etapa que nadie debe olvidar, ni borrar. Los jóvenes y futuros habitantes deben mantener presente lo vivido para valorar la libertad de la que gozan sin temor de ser y pensar diferente. Ojalá ese dolor vivido se alivie", manifestó y agregó: "Pido justicia".
Le siguió Rodolfo Monzón, también entonces militante de la JTP. A él lo secuestraron la madrugada del 20 de octubre de 1976 de su casa en Quilmes. Días antes, por el Día de la Lealtad el 17 de octubre - había participado de una volanteada en varias fábricas metalúrgicas de Florencio Varela.
En la casa estaba su esposa y su pequeña beba, de un año. También unas revistas de Montoneros que fueron las pruebas de subversión para que las fuerzas se lo lleven. "Me levantan, me envuelven a cabeza con un pulóver y me meten adentro de un coche", rememoró sobre su secuestro.
Ya privado de su libertad fue sometido dos veces a la tortura con picana. "Me ataron con un elástico a la cama, me mojaron y me picanearon. Escuchaba que hablaban entre ellos, pero nada más, y después me devolvieron al calabozo", apuntó acerca de la primera vez, y aseguró: "A la tortura la supere saliendo de mi cuerpo, simulando que ese cuerpo era de otro".
Una semana después lo largaron cerca de un descampado. "Me subieron a un coche y pararon un minuto en un lugar, me bajan. Sentí que me iban a matar, pero no fue así. Me sacaron el cinto, me sacaron la venda y me dijeron que no me de vuelta. 'Caminá y no te des vuelta porque sos boleta', me dijo uno", concluyó.
La tercer testigo en declarar fue la hija de Pedro Alberto Ortiz, Carolina Ortiz. A su padre lo fueron a buscar el 15 de junio de 1977 a la fábrica de engranaje de Wilde, donde trabajaba y donde se desempeñaba como referente sindical. Se lo llevaron a rastras con su ropa de operario.
Cabe mencionar que previamente, tres meses antes, ya lo habían ido a buscar a su casa, estando su compañera e hijos presentes. "Le pegaron y además constantemente lo apuntaban con una ametralladora en la cabeza. Le dijeron que lo iban a matar en frente de su familia", señaló sobre ese primer allanamiento.
En tanto, el día de su secuestro, el gerente dijo que entraron personas uniformadas a buscarlo y que él no pudo impedir que se lo lleven. "Hasta ahora no entiendo el por qué. Fue muy fuerte entender que él no iba a venir más. Yo siempre esperé que viniera", expresó con emoción y dejó en claro que hasta el día de hoy sigue buscando su nombre en los diarios.
De acuerdo a los relatos que recopiló, su papá estuvo en el "Pozo" de Banfield y el "Pozo" de Quilmes.
La cuarta en declarar fue Alicia Susana Quiróz, esposa de Horacio Rapaport. Al momento de su desaparición forzada tenía 26 años, era arquitecto y ayudante de cátedra en la Facultad de Arquitectura y militaba en Montoneros. Tenían una pequeña de poco más de un año, su nombre es Soledad.
"El 5 de agosto del '75 me tocan el timbre de mi casa. Era un compañero de mi cuñado que vino a decirme que a Horacio lo habían secuestrado", relató. Se lo habían llevado junto a Francisco "Barba" Gutiérrez y trasladado a la Brigada de Quilmes.
"En esa brigada lo habían torturado muchísimo", aseguró la mujer, ya que en una visita y aprovechando que la guardia estaba distraída, Horacio alcanzó a mostrarle una herida en el abdomen.
También estuvo en la Unidad Penal N° 9 de La Plata. Después de un tiempo debía ir a Sierra Chica, pero lo bajaron del camión en el Regimiento de Infantería Nº7, de acuerdo a testimonios
Fue por medio de un telegrama que le comunicaron a la familia que se había autoprovocado la muerte. "Es imposible la teoría del suicidio", marcó. Tiempo después, lo reconoció en la morgue. "Mas bien era un depósito de cadáveres", recordó.
"Horacio vive en mí, en su hija Soledad, en todos los compañeros que lo conocieron, por su valentía y su coraje", dijo al finalizar.
Finalmente, declaró el sobreviviente Alfredo Ramos, quien fue privado de su libertad el 6 de diciembre de 1976 cuando salía de su trabajo, en un laboratorio en Lomas del Mirador. "Se acercaron seis o siete personas armadas de civil y me bajaron del coche y me subieron a otro. Me taparon los ojos y me llevaron a un lugar", contó.
"Ahí, me preguntan dónde tenía la pastilla. Yo había oído hablar que había gente que tenía la pastilla de cianuro y yo les dije para que iba a querer la pastilla si no pertenezco a ninguna organización ni nada", señaló el hombre.
Dos días más tarde, fue trasladado a "El Infierno" de Avellaneda, donde permaneció cautivo en un pequeño calabozo junto a otras ocho personas. Hacía calor, no tenían ventilación y sólo podían ver por una pequeña mirilla de la puerta de metal que los separaba de un corredor. De ahí fue trasladado a una Comisaría de Ramos Mejía, donde ya no tenía los ojos vendados, y finalmente fue a La Plata. Poco tiempo después, le concedieron la salida del país: se fue a México, donde vive actualmente
La próxima audiencia tendrá lugar el 4 de julio a las 8.30 y se espera que declaren Olga Arredondo y María del Carmen Suárez.