Cómo sigue el caso del joven que quedó en coma tras un botellazo

centenario "Todavía no está al tanto de todo lo que sucedió. No cae mucho", valoró su hermano mayor. El joven fue sometido a una neurocirugía y estuvo en terapia intensiva.

Lautaro sobrevivió de milagro.

Luego de haber sobrevivido milagrosamente a una feroz golpiza de una patota cuando regresaba de una fiesta con sus amigos en Centenario, el joven Lautaro Cárdenas, de apenas 16 años, se recupera favorablemente.

"Todavía no está al tanto de todo lo que sucedió. No cae mucho. Para él fue un golpe y quizás nada más. Lo bueno es que él ya está acá en casa, solamente tomando pastillas para las convulsiones por las dudas y este jueves ya le sacan los puntos de la cabeza", contó en conversación con La Unión su hermano mayor, Alan Cárdenas.

El adolescente sufrió una fractura de cráneo y un hematoma epidural avanzado, provocado por dos botellazos en la cabeza que le dieron al momento de intentar defender a un amigo suyo que estaba siendo golpeado en el suelo por los delincuentes. Tras el hecho, regresó a su casa, pero fue horas más tarde que se descompensó y su familia lo llevó rápidamente a la guardia.

Primero estuvo en la Clínica Boedo, en Lomas de Zamora, y luego fue trasladado a la Clínica la Sagrada Familia de Belgrano, donde fue sometido a una delicada neurocirugía. El pronóstico no era para nada alentador, pero el joven se ganó el apodo de Lautaro "Milagro". "Él se acuerda de todo, lo único que no se acuerda es de cuando él llegó a casa", resaltó, pero no conoce la gravedad de la lesión. El lunes pasado fue dado de alta.

En base a las imágenes de cámaras de seguridad y a distintas averiguaciones, efectivos de la Departamental Lomas y de la Comisaría 7ª de Villa Centenario identificaron a todos los agresores y realizaron una serie de allanamientos para detenerlos.

Por el hecho hay tres mayores de edad y otros dos menores detenidos. Todavía resta un prófugo, que ya ha sido identificado y cuenta con un pedido de captura.

Actualmente, la familia del joven cuenta con custodia policial las 24 horas ya que tienen temor de que haya represalias por parte de los familiares de los aprehendidos, e inclusive del restante delincuente.

"Ya no es lo mismo, ya no podemos hacer la vida normal. Tenemos miedo la verdad, por eso tampoco es que queremos exponernos tantos. Es loco para nosotros todo esto, pero ahora la verdad es que estamos enfocados en el pedido de justicia", apuntó.

En el caso, el reconocido letrado Fernando Burlando, quien representó en el reciente juicio a los padres de Fernando Báez Sosa, el joven asesinado a golpes en Villa Gesell en enero de 2020 por un grupo de ocho rugbiers, se constituyó como el abogado de la familia. "Se puso a disposición desinteresadamente para trabajar en el caso", dijo.

EL HECHO

Todo ocurrió el domingo 5 de febrero a las 6.30 cuando Lautaro caminaba con sus amigos por las calles Profesor Cid Guidi de Franc y J. Zamora, en Centenario, y se les cruzaron en el camino dos vehículos, un Volkswagen Bora gris y un New Beetle amarillo.

De los rodados bajaron al menos seis jóvenes que los amenazaron, los golpearon y les robaron sus pertenencias, para luego escapar. Lautaro se llevó la peor parte: intentó defender a su amigo de la golpiza y terminó recibiendo dos botellazos en la cabeza.

"Mi hermano vuelve para defender al amigo porque estaban pegándole entre tres. El amigo había quedado paralizado, entonces no se cubría ni nada, entonces recibía golpes de todos lados", detalló Alan.

Si bien estaba lúcido y hasta logró escapar de los atacantes, con el correr de las horas el adolescente empezó a sentirse mal. "Me dijo que en ese momento, mientras corría, sentía que se estaba por desvanecer. Sacó fuerzas de no sé dónde", valoró.

"Se escondió atrás de un auto abandonado con un amigo. Cuando no escuchan más el motor del auto van a la vuelta que había un centro de jubilados y ahí me manda mensajes contándome lo que pasó. Entonces, lo voy a buscar, primero llevo al amigo a la casa y después me iba con Lautaro a la nuestra. En el camino lo veo pálido a él y le pregunto si estaban bien y me dijo que sí", precisó.

"Llegamos a casa, charlamos un rato y nos acostamos. Al mediodía, cuando él se levanta a vomitar, estaba perdido, le hice tres preguntas y me contesto cualquier cosa. Entonces lo cambiamos con mi mama y lo llevamos a la Clínica Boedo", relató y resaltó: "El médico de la clínica nos dijo que el a las 9, 10 de la mañana, a más tardar, tendría que haber estado muerto".

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