Volver al "ENAM": recuerdos de una secundaria inolvidable
nostalgia. La Escuela Normal Antonio Mentruyt, institución pública de enorme prestigio, que ocupa toda una manzana, marcó a varias generaciones de lomenses.
Ustedes saben, queridos vecinos y amigos, que en mis colaboraciones para La Unión suelo repasar escenas, lugares y recuerdos ligados a mi vida en el barrio. De aquellos cines entrañables que ya no existen a las iglesias más icónicas o los restaurantes clásicos de la zona, me encanta "pasear" con ustedes por Lomas de Zamora.
Hoy quiero volver atrás en el tiempo para compartir una parte fundamental de mi historia personal: mi paso por el querida ENAM (hoy la ENSAM). Sí, la Escuela Normal Antonio Mentruyt, ese colegio público de enorme prestigio que marcó a tantas generaciones de lomenses. Ese edificio que ocupa toda una manzana, delimitada por las calles Manuel Castro, Las Heras, Azara y Monteagudo, justo en el límite entre Banfield y Lomas.
Aunque mi educación primaria transcurrió en el Colegio Sagrado Corazón de Lomas, la secundaria la cursé en la ENAM. De ambas etapas guardo buenos recuerdos, pero siento que es durante la secundaria cuando uno termina de forjarse. Es un momento clave para empezar a definir la identidad, y también cuando se forman vínculos que muchas veces perduran para siempre.
Era una época en la que la escuela pública gozaba de un gran respeto, tanto por el nivel de enseñanza como por la calidad de sus docentes y la exigencia académica. El ENAM era (y es, sin duda) una institución nacional reconocida por su excelencia. Lamentablemente, con el correr del tiempo, el deterioro de la educación pública en nuestro país jaque su continuidad, al punto de quedar al borde de la desaparición. Por suerte, el compromiso y la movilización de estudiantes, exalumnos, docentes y antiguos profesionales del colegio permitieron sostenerlo a flote.
Pero no quiero enfocarme en esos momentos difíciles -que siguen vigentes, por cierto-, sino celebrar los años felices que viví. Fue en el ENAM donde forjé amistades sinceras que, aún hoy, siguen formando parte de mi vida. Las redes sociales facilitaron el reencuentro.
Y cada vez que se cumple un aniversario significativo -10, 20 o 30 años desde que egresamos- solemos organizarnos para volver a vernos y recordar aquellos días con una sonrisa.
Ponerse la camiseta del colegio para jugar un intercolegial era un verdadero orgullo.
¿Cómo olvidar la cancha de fútbol? En los primeros meses del año, cubierta de césped, y hacia el final, transformada en tierra. Ponerse la camiseta del colegio para jugar un intercolegial era un verdadero orgullo. También están esos partidos improvisados en los recreos, en el enorme patio de cemento: recuerdos que permanecen intactos. Armamos un grupo muy unido.
Ojalá las nuevas gestiones puedan devolverle a la ENAM algo de todo lo que nos brindó a miles de lomenses. Porque esa escuela no fue solo un edificio: fue una parte esencial de nuestras vidas. ¡Hasta la semana que viene, amigos!