Realizó los cursos gratuitos y abrió su propia panadería
a través de desarrollo social. Susana Luna estudió panificación y pastelería, y emprendió su propio negocio en su hogar.
El sueño de emprender no debería depender de más factores que el ímpetu de quien lo hace. Al menos, así lo entendió Susana Luna, vecina de Fiorito que tras quedarse sin empleo, buscó los cursos gratuitos del Municipio, hizo dos capacitaciones y hoy tiene su propia panadería.
Con el respaldo del área de Desarrollo Social, Susana fue una de las tantas vecinas que se sumó a los talleres. En su caso hizo el de panificación y luego el de repostería inicial, suficiente para lanzarse a la aventura del microemprendedorismo en su barrio, en su propia casa.
“Me quedé sin trabajo y pensé en qué podía hacer con mi tiempo libre para ocupar mi mente y liberar un poco de la preocupación que tenía. Primero ingresé a Fátima Catán, donde me anoté para el curso de panificación. Finalizando las 10 clases me otorgaron un diploma con el que ya estaba en camino de poder hacer mi emprendimiento. Luego inicié el de repostería, me recibí también y ahí surgió la idea de abrir el negocio. Levanté la persiana y acá estoy”, contó con orgullo.
Hoy, en su casa, pone a la venta todo tipo de productos panificados: pan casero, tortas, alfajorcitos de maicena y hasta pizzas. “Estoy orgullosa porque no me quedé llorando en la vereda. La estoy luchando y, por más que haya crisis y me cueste, tengo fe en que la situación va a mejorar”, agregó.
¿Qué es lo mejor y lo peor de emprender? “Lo más satisfactorio de esta etapa es hacer lo que descubrí que me gusta, lo que me apasiona. Trabajar en lo que te gusta no te estresa, no te pone de mal humor, te cansa, pero es un cansancio con gusto. No gano mucho porque tampoco hago una producción enorme, pero con esfuerzo compro mis 25 kilos de harina para ir produciendo y reinvirtiendo”, cer