A cinco años de la tragedia del vuelo de la línea Sol
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Mañana 18 de mayo se cumple otro aniversario del accidente del vuelo 5428, que se estrelló en Neuquén y perdieron la vida 22 personas, entre pasajeros y tripulantes.
A las 20.50 del 18 de mayo de 2011, el piloto Juan Raffo y el copiloto Adriano Bolatti, al mando del vuelo de Sol 5428, hicieron su último contacto con una torre de control. Luego, el silencio. Menos de media hora más tarde acabarían estrellándose en el paraje Prahuaniyeu, cerca de Los Menucos, una población rural de la provincia de Neuquén, dedicada mayormente a la cría de ovejas.
Testigos en la zona hablaron de una bola de fuego en la distancia. Cuando el primero de los pobladores locales logró acercarse con una camioneta al lugar donde había visto la explosión, solo encontró una mancha negra en el suelo y restos de metales, asientos y equipajes.
"Cenizas y pañales", describió uno de los primeros hombres en llegar al lugar.
De las 22 personas a bordo, no sobrevivió nadie. Viajaban, además del piloto y copiloto, la auxiliar de cabina Jessica Fontán, 18 pasajeros adultos y un bebé.
El piloto, Juan Adalberto Raffo, tenía 45 años y 20 de experiencia. Estaba casado y era padre de cuatro. Su colega Adriano Bolatti, copiloto, estaba divorciado y tenía dos hijos. La jefa de cabina, Jessica Fontán, era rosarina y delegada gremial. Tenía 25 años.
Entre los pasajeros había un geólogo y docente universitario, un gerente bancario de una filial en Comodoro Rivadavia y un colaborador de Cristóbal López. Además, una madre viajaba con su bebé.
El avión, un Saab 340 construido en Suecia en 1985, matrícula LV-CEJ, cubría la ruta entre Córdoba y Comodoro Rivadavia. Los mismos pilotos -se desprendió de las grabaciones de la caja negra- eran conscientes de que el turbohélice no era el tipo de aeronave ideal para volar en esa zona y con ese clima. Porque, de hecho, eso fue lo que los mató: el frío.
Según el informe de la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil, cuya versión final se publicaría recién el año pasado, la aeronave perdió el control y se estrelló contra el suelo debido a una "formación severa de hielo" en las alas. Un fenómeno conocido como "engelamiento".
La física del accidente es simple: lo que mantiene a un avión en el aire es la forma de sus alas, que hace que el aire se desplace de modo de sostener a la nave en vuelo. Al acumularse hielo por el frío intenso, tanto en las alas como en la "panza" (la parte baja del fuselaje), la forma aerodinámica se pierde.
Aún cuando la nave contaba con sistemas para provocar el desprendimiento del hielo de las alas, según los especialistas no habría sido suficiente para evitar la tragedia.
En los meses posteriores, la investigación abriría polémicas no solo por la aptitud de un Saab 340 para volar en el clima gélido de la Patagonia, sino también por el estado de mantenimiento de las aeronaves de Sol Líneas Aéreas, que sería denunciado por diferentes empleados de la compañ