La Unión | Maestro ciruela

El acto del 9 de Julio

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La realización de los actos patrios en el ámbito escolar como conmemoración de acontecimientos fundacionales en la historia argentina y latinoamericana no merece discusión de ninguna índole.

Estas fechas marcadas en rojo en el calendario nunca pueden quedar afuera de cualquier planificación y quedará para otro momento cómo deben recordarse, con la lectura que el revisionismo histórico propone en estos casos.

De todos modos, los ensayos de los distintos números de un acto, como el del 9 de Julio que se nos acerca, generan una diáspora de alumnos del aula con este motivo, que a veces sabe a excusa para una huida rauda de una clase, dejando al curso semi vacío.

“Tengo que ir a ensayar profe, hago de Laprida en el acto”, dice un alumno que pasó el casting para el papel del diputado por San Juan en el Congreso de Tucumán, aunque el piercing que luce en la ceja izquierda no se parece al look que tenía el congresal cuyano, que era mucho más formal que un adolescente de hoy en día.

Segundos más tarde, alzan sus manos los Pedro Ignacio Rivera, José Eusebio Colo

mbres, José Ignacio de Gorriti y Mariano Boedo y demás congresales, quienes les dan nombre a las arterias céntricas de Lomas, también para asistir a un ensayo general.

Además, algunos otros aducen que deben cumplir tareas que exceden lo meramente actoral, como confeccionar escenografías y vestuarios, y aprovechan la situación para ser parte del escape masivo aludiendo que los trajes de época necesitan algunos retoques.

Todos ellos hablan al unísono anunciando que también deben emigrar del aula al salón de actos para darle los toques finales a una puesta teatral que dramatiza los sucesos patrios de 1916.

También será un número principal en el acto la interpretación de “Canción con todos”, esa bella letra de Armando Tejada Gómez musicalizada por César Isella, y otro grupo de alumnos presta su gola y las cuerdas de un par de guitarras para entonar esa canción, dejando el aula con más claros todavía.

Finalmente, otros chicos con inquietudes coreográficas abandonan el curso para el ensayo de un gato para que sólo quede el docente frente a cuatro chicos de bajo perfil que optan por eludir la exposición pública y que se quedan mirando entre sí, con cara de qué hacemos acá.

Nobleza obliga y hay que reconocer que valió la pena que esos chicos hayan dejado el aula por un buen rato, porque el acto terminó siendo un auténtico éxito en el colegio, incluso se destacaron esos alumnos sospechados de ratearse con la excusa de preparar el acto.

 

 

 

 

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