El paraíso secreto que un presidente tenía en Temperley 

HISTORIAS LOMENSES En 1877, Nicolás Avellaneda adquirió la quinta de George Temperley, una propiedad que se conocía como Paradise Grove en la zona de Meeks, Guido, Liniers y General Paz.

Paradise Grove. La residencia, rodeada de jardines y parques.

Hay esquinas de Lomas de Zamora que guardan historias que no siempre vemos. Hoy vale asomarse a la huella que dejó un exmandatario argentino en estas tierras: Nicolás Avellaneda. Abogado sin diploma, periodista precoz, impulsor de la educación pública, defensor de la inmigración y protagonista de la federalización de Buenos Aires, Avellaneda nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837. Estudió Derecho en Córdoba, pero regresó antes de recibirse. En su provincia fundó un diario Eco del Norte, y hacia fines de 1857 se instaló en Buenos Aires, donde comenzó a escribir en varios periódicos.  

Su carrera política despegó rápido. Fue elegido diputado provincial, aunque dejó su banca para convertirse en ministro de Gobierno bonaerense bajo la gestión de Adolfo Alsina, antes de cumplir 29 años. En 1868, Domingo Faustino Sarmiento lo convocó como ministro de Justicia e Instrucción Pública. Desde allí acompañó los ambiciosos proyectos educativos del presidente sanjuanino. Al terminar ese mandato, en 1874, Avellaneda fue elegido presidente de la Nación.  

Superado un inicio convulsionado, ya asentado en su cargo, Avellaneda buscó un refugio lejos del casco presidencial. En 1877 adquirió en Temperley la quinta de George Temperley, una propiedad que se conocía como Paradise Grove. La residencia, rodeada de jardines y parques, combinaba estilo de villa italiana y detalles ingleses. Ese predio ocupaba varias manzanas actuales entre la avenida Meeks y las calles Guido, Liniers y General Paz. Su cercanía a la estación ferroviaria de Temperley permitía un traslado directo desde Plaza Constitución. 

El acceso principal estaba sobre General Paz, y un camino interno conducía a una casona amplia pensada para el descanso familiar. El comedor contaba con una gran mesa de caoba para doce personas, aparador de mármol y muebles acordes. En el centro, una mesa más pequeña, un sofá y un sillón hamaca completaban el ambiente, junto a una mesa de ajedrez, juego predilecto del presidente.

El dormitorio principal tenía cama de roble, lavatorio de mármol con jarra y palangana de porcelana, más sillones y sillas de caoba. En otra habitación se ubicaba su escritorio con tintero de alabastro. La casa albergaba cuadros realizados a pluma, sillas de montar, un juego de cricket y un coche break con sus dos caballos. 

Hoy, muchos vecinos quizás transiten sin saber que las calles Avellaneda y Nóbrega honran a Nicolás y a su esposa, Carmen. Allí, en aquella residencia perdida en el tiempo, un presidente encontró sosiego y dejó un capítulo poco conocido de Lomas de Zamora. 

Read more!

Read more!

Ver más:

Ultimas Noticias