La increíble historia del Palacio Sansinena, símbolo de Temperley 

UNA JOYITA Este mágico edificio, construido en 1880, está en Santa María de Oro 44, frente a la estación. La construyó un empresario que exportaba carnes congeladas a Europa.

Ubicado frente a la estación de Temperley.

¡Hola de nuevo, queridos amigos de La Unión! La columna de hoy está dedicada a un edificio histórico de nuestro barrio, que todavía está en pie, pero que atravesó tantas dificultades y calamidades que estuvo a punto de desaparecer: el Palacio Sansinena.

Este mágico edificio, construido en 1880, está en Santa María de Oro 44, frente a la estación de Temperley. Sí, el del Comercial Tomás Espora, la escuela de educación media.  

Esta mansión de estilo inglés fue construida por Gastón Sansinena, dueño del Frigorífico "La Negra", de gran éxito comercial. Sansinena era un rico empresario local que exportaba carnes congeladas a Europa. La construcción de la mansión y la quinta fue un hecho insólito para su tiempo, teniendo en cuenta que todos los materiales fueron importados. Todo el terreno parquizado se extendía de la actual avenida Almirante Brown hasta la estación Temperley, a la que se podía acceder por un túnel, y desde 14 de Julio hasta Cangallo. 

Rodeados por bellos jardines emergían dos grandes edificios que tenían muchísimas comodidades: el principal era de tres pisos, con grandes sótanos y 18 habitaciones con cielorrasos de yeso decorados. Tenía vitraux en todos los ventanales. Tres cocheras, 12 pesebres y cuadra para caballos. Además de estos edificios, la quinta tenía cancha de pelota con palcos y vestuarios, un invernáculo cerrado, con cascadas interiores. Y lo inédito para la época: luz eléctrica y servicio de agua con grandes depósitos que surtían el líquido a vapor. 

Pocos años vivió allí la familia Sansinena: en 1890, la mansión pasó a manos de tres directivos de la cervecería Bieckert. Un año más tarde la compró Pastor Servando Obligado, un político de la época. Durante la revolución de 1893, el Palacio fue tomado por las tropas de Martín Irigoyen como centro de operaciones. A partir de ahí la quinta comenzó a sufrir fraccionamientos y cambió mucho de manos, hasta que se decidió alquilar el edificio al Colegio Comercial. En 1982, finalmente, el Ministerio de Educación lo expropió. 

Con el paso de los años se hizo muy difícil mantener semejante estructura. Su hora más dramática fue sin dudas el 1º enero de 2005, cuando sufrió un devastador incendio provocado en los festejos de Año Nuevo por un globo que perdió altura y cayó sobre el techo. La reconstrucción demoró varios meses y demandó la movilización de vecinos, alumnos y exalumnos para que el querido Comercial pudiera seguir funcionando. Así, con todos estos antecedentes y condimentos históricos, se forjó una institución educativa admirable. Dañada, sí, pero sin dudas una parte importantísima para la historia y la cultura de nuestra comunidad. Hasta la semana que viene. 

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