curioso Tras asistir a agasajos y dar charlas en la UBA, en Rosario y en Córdoba, el alemán se tomó una semana de descanso en marzo de 1925.
¡Hola de nuevo, queridos amigos de La Unión! Hoy me gustaría compartirles una historia que para algunos puede resultar conocida, pero que muchos otros nunca escucharon. El público siempre se renueva. Lo cierto es que se trata de una historia sorprendente sobre la visita de quien fuera una de las personalidades más importantes del planeta a una pequeña localidad de nuestro partido. ¿Me acompañan?
Si uno tuviera que asociar algún lugar físico al nombre de Albert Einstein, lo primero que podría nombrar es algún oscuro laboratorio europeo, o el aula magna de una prestigiosa universidad estadounidense. Claro que jamás mencionaría una casa de Llavallol. Pero, aunque parezca increíble, esa opción se ajusta a la realidad tanto como las anteriores. Es que el célebre científico alemán pasó unas vacaciones en esa tranquila localidad de nuestro partido. Sí: Einstein descansó en Llavallol.
La visita del físico más famoso a la Argentina se dio en marzo de 1925. El hombre que revolucionó la ciencia al enunciar la teoría de la relatividad llegó al país invitado por el diario La Prensa, que le organizó una visita a la Universidad de Buenos Aires y reuniones con referentes de la ciencia y la cultura de la época. Entre esos referentes se encontraba el matrimonio Wasserman, que alojó a Einstein en su mansión de Belgrano.
Tras asistir a varios agasajos y dar charlas en la UBA, en Rosario y en Córdoba, el alemán se quiso tomar una semana de descanso. Y eligió, claro, a nuestro partido. ¿Por qué? Los Wasserman, sus anfitriones, le ofrecieron la cabaña que tenían en el sur del Gran Buenos Aires para que disfrutara de la tranquilidad de la zona. Para esa época, en Llavallol apenas había algunas casas quintas. Y mucho verde.
La cabaña en cuestión estaba ubicada en el lugar donde hoy funciona el colegio La Milagrosa, en Moldes y Néstor de la Peña. Cuentan los historiadores que el físico solía recostarse a leer y a tocar el violín en el pasto y que salía a recorrer las calles de tierra al atardecer. Los que lo vieron recordaban que siempre andaba con su traje gris y su enmarañada cabellera blanca, "algo distraído, sencillo, amable y con buen humor".
A Albert, dicen, le encantaba pasar por el viejo puente de la estación de tren y sentarse allí a ver la puesta del sol. El lugar lo entusiasmó tanto, que decidió extender unos días su visita y conocer más atracciones del sur. Así fue como llegó a visitar los agrestes senderos de Santa Catalina, donde hoy está la Universidad de Lomas, la Plaza Grigera y el hotel Las Delicias de Adrogué. ¿Qué tal?
Pese a ser un personaje de la alta ciencia y la cultura, Einstein no se quería perder de las actividades cotidianas de los lugareños. El científico prestaba atención a todas las tareas rurales que los empleados de los Wasserman realizaban y hasta se quedaba charlando con ellos. Un grande, en todos los sentidos. ¡Hasta la semana que viene!