ZONA DE PROMESAS De chico, Kelo dijo que tendría un Cadillac convertible. Hoy lo disfruta con su pareja Silvana, quien lo ayudó a cumplir este deseo.
"Tarda en llegar y al final hay recompensa", reza una frase de la canción "Zona de Promesas" de Soda Stereo. Esta historia habla de una persona que, al enfrentar dificultades, recurre al respaldo y consejo de su madre, quien lo impulsa a seguir adelante y a no perder la esperanza por aquello deseado.
Y esto se puede asemejar con la historia de Kelo. Este lomense, cuando tenía 11 años, descubrió su amor por los "fierros" y, casi al mismo tiempo, definió cuál sería el auto que ganaría su corazón. "Cuando sea grande voy a tener un Cadillac convertible", le confesó a su papá Miguel, y no a su madre, si se hace un paralelismo con el tema, pero el deseo de este vecino de Lavallol persistió y hoy, a sus 50 años, logró cumplirlo con la ayuda de Silvana, su compañera de vida.
Este enamorado de los autos de la mítica marca de lujo, con sede en Detroit, Estados Unidos, le contó a Diario La Unión cómo a fuerza de una búsqueda que implicó realizar varios kilómetros encontró al auto de su vida que, finalmente, lo halló a cuatro cuadras de su taller mecánico.
"Mi viejo, quien falleció hace más de seis años, tenía un amigo que era dueño de un taller donde había tres Cadillacs. Un día me lleva y, cuando entro veo las aletas de estos autos y me enamoré. Uno de ellos era convertible y los otros dos, de techo fijo", señaló Kelo, quien encontró su actual vehículo a los 38 y terminó de darle forma en este momento de su vida.
Sin embargo, otro saber popular sostiene que "los sueños están para cumplirse", y Kelo lo interpretó a la perfección sabiendo, inclusive, que cumplirlo le llevaría tiempo y dedicación.
"Parecía una cosa inalcanzable, pero era el 'sueño del pibe', el de 'quiero jugar un Mundial'. Siempre me gustaron los autos viejos. Pasaron los años, y tuve distintos Chevrolet, camionetas, una coupe '38, Jeeps; Fiat 600 y, hasta en algún momento de mi vida corrí en la categoría de ese auto. Siempre estuve en el mundo de los 'fierros'. Mi viejo era tallerista y siempre me moví en ese mundo. De hecho, desde chico comencé a trabajar como mecánico y no me dediqué a otra cosa", confesó a este diario.
Pero en su llegada a las cuatro décadas, Kelo se focalizó en cumplir con las palabras dichas a Miguel cuando era pequeño y confirmar que su promesa no eran simplemente un anhelo de un niño.
"Pasaron los años y comencé con el proyecto de conseguir un Cadillac. A los 40 me puse más serio, había ahorrado plata, y empecé a ir a reuniones de autos clásicos. En el medio de este ida y vuelta tuve una moto clásica que la vendí después, otro auto que hice lo mismo", explicó.
Su búsqueda lo llevó a distintos puntos de Argentina. Pero como si el destino le jugara una broma, le dijo a Kelo que solo debía caminar apenas unos 400 metros de su taller para encontrarse con su actual auto. "Después de eso comencé a recorrer: fui a Venado Tuerto, Mar del Plata, Santa Fe, Mendoza, Misiones, Capital Federal y a un montón de pueblos de la provincia de Buenos Aires, iba a donde me tiraban un dato de que se vendía un Cadillac. A veces llegaba a un lugar y era otro auto", detalló.
Pero la insistencia fue más fuerte y lo halló. "En esa búsqueda, un día cuando estoy yendo a comprar repuestos, a cuatro cuadras de mi taller en Lavallol, veo un Cadillac en una vereda. Era el modelo que me gustaba, el que tengo actualmente, y ahí se cumple el dicho que dice, 'vos no encontrás al auto, sino que él te encuentra a vos'", expresó.
Sin embargo, adueñarse de este Cadillac que mide 5,60 metros de largo por 2,30 metros de ancho, con motor de 8 cilindros en "V" de 390 Ci, Big block, a Kelo le llevó un último esfuerzo. "Hablé con el dueño y me comentó que lo tenía hace 13 años, que lo sacaba solo para acomodar otros autos y que ni loco lo vendía. Nos hacemos amigos, lo convenzo de que me lo venda y termina accediendo. Como parte de pago le entrego un auto, me lo traigo a mi taller y ahí comenzó el proceso de restauración", reveló este vecino de Lavallol.
Desde este punto en adelante, las palabras de Kelo dichas a Miguel se transformaron en realidad. El auto fue desarmado, restaurado y transformado en lo que es actualmente, ya que era un Cadillac ElDorado, de 1963, pero coupe de techo fijo y su deseo era tener una versión descapotable. Entre algunas de las modificaciones, le redujo 8 cm el parabrisas, le alargó la puerta 23 cm y le dejó el asiento enterizo original, pero lo hizo rebatible.
"Era un sedán de cuatro puertas, con techo rígido. Pero quería mi convertible, y como no lo conseguí, lo hice. Así que empezamos la restauración con un chapista del barrio que trabajaba muy bien. Desmonté todo el auto, no quedó ningún tornillo puesto, saqué la carrocería y se desprendió hasta lo que es la piel del capó. Este proceso me llevó entre 11 y 12 años", precisó Kelo.
Y concluyó: "El 90 % de este auto lo hice yo. Lo tengo hace 16 años. Construí un auto para ricos con presupuesto de pobre".
El Cadillac convertible que Kelo le dijo a su padre, a los 11 años, que tendría cuando fuera grande tardó en llegar. Y, como premio a su persistencia en la búsqueda, este vecino de Lavallol tuvo su "recompensa": lo encontró, modificó a su manera y hoy lo disfruta junto a su pareja Silvana, una de las personas fundamentales en esta historia. "Sin su apoyo y ayuda no hubiese podido lograrlo", expresó Kelo, con quien forman un equipo de inseparables.