Gajes del Oficio
Ya hablamos por acá sobre si los alumnos tiene que dejar prendido y apagado el micrófono en un Zoom con sus docentes.
También sobre los pro y las contra y sobre quiénes se alinean entre que los estudiantes deban mutearse en la clase virtual y sólo desmutearse cuando es estrictamente necesario.
En meternos en la profunda grieta del muteo, vamos por lo que optan a que sus alumnos están con el micrófono abierto y se bancan las consecuencias, incluyendo algunas perlas que deja el sonido ambiente que a veces se transforma en una sintonía desafinada de ruidos molestos.
Los ruidos molestos no se pueden evitar y ahí van a estar siempre listos. En pleno Teatro Colón un violinista está haciendo un solo magistral y un tipo de la tercera fila se pone a toser como loco, y no puede parar aunque haga todo para evitarlo y para no tener que soportar todas las miradas de una sala completa.
Si esto pasa en todas partes, una clase por Zoom no tiene que venir a convertirse en una excepción.
Cada uno vive donde puede y a veces las familias numerosas se la ingenian para convivir en espacios reducidos con armonía, pero no es silencio.
Entonces el micrófono registra fielmente todo, cada uno de los sonidos, por más bajitos que sean. La puerta, el timbre y el rintong de los demás celulares están a la orden del día.
Además, siempre hay alguien que habla por encima del volumen convencional y será captado por micrófono de este alumno. Cómo suele pasar, si alguien espeta un improperio, es posible que en ese momento se haga un silencio y pueda echarse ese Rosario de palabrotas en primer plano.
Tampoco nadie es culpable de vivir en un lugar supertransitado. Es lógico que si el lugar de estudio da una avenida, la cosa se complique más.
Una pobre alumna tampoco tiene la culpa de tener un hermanito recién nacido que suele tener unos buenos ataques de llanto o vecinos extremadamente ruidosos.
Ni hablar de su compañera, que viene de una familia mascotera y con varios perros que se ponen a ladrar a lo loco justo en medio de la clase.
Cuando el micrófono está prendido, se desatan los ruidos molestos, como por arte de magia. Creer o reventar.
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