"Historia de mi vida"

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POR Camila Demarco

Nada es imposible para quien lo intenta. A eso aluden la mayoría de las frases que subimos a las redes sociales para autoconvencernos y darnos la fuerza necesaria de encarar los nuevos objetivos. No hay nadie que sepa más sobre esto que Helen Keller, una escritora, oradora y activista política estadounidense, que falleció en 1968, a los 87 años. Se preguntarán por qué nadie sabe mejor de los obstáculos que ella. Keller llegó a desarrollarse culturalmente y ser una escritora y conferenciante pública mundialmente famosa pese a dos cuestiones: era sordociega. A causa de una grave enfermedad a los 19 meses de edad, perdió la vista y el oído, lo que le impidió desarrollar el habla durante sus primeros años de vida. Cuando cumplió los 6 años, sus padres contrataron a una institutriz irlandesa, Anne Sullivan, quien le enseñó el lenguaje de los sordomudos y que marcaría un giro radical en su vida. "El día más importante que recuerdo en toda mi vida es el día que conocí a mi maestra, Anne Mansfield Sullivan. Me maravillo al pensar en los inconmensurables contrastes que había entre las dos vidas que reunió ese encuentro". Esas fueron las palabras que usó en "Historia de mi vida", donde describió su relación con la institutriz, quien fue un pilar fundamental en su vida. Posteriormente, y junto con Anne, prosiguió sus estudios especiales en la institución Horace Man School para sordos, de Boston, y en la Wright-Humason Oral School, en Nueva York. Allí no sólo aprendió a hablar, leer y escribir, sino que se capacitó para cursar estudios superiores. Siempre acompañada por Anne, desde 1900 hasta 1904, completó su formación en el Radcliffe College, donde se graduó con la mención "cum laude". Tras su graduación, la escritora realizó diversos viajes a Europa y África. Sus libros pronto se convirtieron en un ejemplo de tenacidad y resistencia frente a las dolencias eventuales de la vida, especialmente las físicas. Entre sus publicaciones se destacan "La historia de mi vida" (1902), "Optimismo" (1903), entre otros. Su libro "El mundo en el que vivo" (1908) la llevó a la fama internacional. Allí narra el contraste entre la riqueza de la vida íntima que su alma albergaba y la menguada vida sensorial de la que fue víctima. Keller sigue siendo una gran influencia en la cultura popular y su historia es un ejemplo de supervivencia para muchos escritores de la actualidad. Ella falleció mientras dormía y sus cenizas fueron colocadas junto a las de Sullivan.

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