La Unión | Maestro ciruela

Twist y gritos

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Salvo el docente de un centro de meditación enclavado en el medio de la India o en la cima del Himalaya, todos los trabajadores de esta bendita profesión tienen que elevar la voz en un par de oportunidades en cada jornada de trabajo.

No se trata de gritar por gritar, ojo que en algunos casos particulares no les queda otra alternativa que pegar un par de alaridos, ya sea para llamar al orden general o para que escuchen los alumnos más distantes, o sea, los del fondo, por supuesto.

Aunque un profe no sea el locutor estrella de un programa de la FM de moda o un cantante lírico del Teatro Colón, la voz es una de sus herramientas de trabajo, tan importante como las demás que se tienen a mano.

Por ese motivo (entre otros) es que hay que cuidar la gola de futuras patologías, que pueden estar acechando a la vuelta de la esquina, más cerca de lo que se cree.

Entre otros yeites de esta profesión, se suman las posibles lesiones en los nódulos de las cuerdas vocales, que no son otra cosa que crecimientos benignos en ambas cuerdas vocales causados por el abuso de la voz.

Los estudiosos en la materia aseguran que más de la mitad de los docentes sufren de esta patología. Además, estos especialistas afirman que sólo un 5% de los demás trabajadores de otras áreas la padecen, porque claro no tienen que andar pegando cuatro gritos a cada rato.

Un bibliotecario rara vez levanta la voz, por ejemplo. Tampoco lo tiene que hacer la veterinaria del barrio, pero la profe de Matemáticas tiene que forzar la garganta más de lo que corresponde y hasta al profe de Educación Física se le sube el volumen de vez en cuando para dar una indicación a un alumno que está muy distante.

Los preceptores también pueden pasar por esto y las autoridades tampoco están exentas de estas dolencias de la garganta a causa de subir el volumen. Incluso la portera del colegio pega su buen grito de vez en cuando y también puede hacer sufrir sus cuerdas vocales.

Por eso, mejor prevenir que curar y, por lo tanto, trate de evitar un “¡¡¡Fernándeeeeez!!!”, o cualquier alarido similar para llamarle la atención a un alumno revoltoso mientras es descubierto in fraganti haciendo una de las suyas.

Tampoco nada de nada de un “¡¡¡Hagan silencio por favoooooooooor!!!”, para intentar acallar a una multitud bulliciosa que se niega sistemáticamente al mutismo y opta por seguir con su cháchara por tiempo indeterminado.

Además, se viene el Mundial y quizá Higuaín se entere de que tiene un arco adelante y convierta un tanto que obligue hasta al calmo docente de Filosofía a pegar un grito gol desmesurado.

Como la madre, garganta hay una sola, por eso hay que cuidarla con demasiado cariño, como para no andar pagando las consecuencias luego.

 

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