Cuando la dedicación es el motor para salir adelante
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Cintia Ruiz, Fernanda Cartolano y Gian Blanco son algunos de los miles de estudiantes que crecieron y se formaron gracias a la educación pública.
En la Universidad Nacional de Lomas de Zamora son muchas las historias que se acumulan en los pasillos de sus cinco facultades sobre estudiantes que con dedicación y esfuerzo se convirtieron en el primer miembro de su familia en cursar y terminar los estudios superiores. Según datos de la Casa de Altos Estudios, el 80% de sus alumnos se encuentra en esa condición.
Los casos de Cintia Ruiz Mendoza, Fernanda Cartolano y Gian Blanco son el reflejo de miles de jóvenes que tuvieron la posibilidad de crecer y formarse gracias a la educación pública. “La educación superior de calidad, pública y gratuita representa la posibilidad de movilidad social y garantiza la igualdad de oportunidades”, aseguraron desde la UNLZ. Y así lo evidencian estos casos.
ORGULLO DE SER AGRÓNOMA. Cintia tiene 39 años. Hoy es ingeniera agrónoma y docente de botánica y fitopatología en la Facultad de Agrarias. Para llegar a donde llegó la tuvo que pelear, y mucho. “Arranqué en 2000, eran tiempos difíciles. En mi casa las cosas no estaban nada bien y por la crisis de 2001 tuve que dejar”, comentó.
Su padre era changarín. Cortaba el pasto y hacía trabajos de albañilería. Su madre ama de casa. Vivían en Burzaco. “A veces no teníamos para comer. Apenas tomábamos mate, y con la crisis, imaginate, no tenía para viajar. Por eso hice la carrera con intermitencias”, explica.
En 2003 retomó la cursada. Mientras tanto tenía que trabajar para mantenerse. “Mis compañeros me ayudaban y me daban los apuntes, y a veces no me alcanzaba ni para viajar, así y todo continué y le di para adelante”, relata.
Finalmente en 2015 obtuvo su título. “La verdad que para mí fue un esfuerzo enorme. Por eso considero que las declaraciones de Vidal son un insulto para mí y para todos los que pudimos estudiar aún con todos los contratiempos”, apuntó.
Ahora, cada vez que tiene la oportunidad, les dice a los jóvenes lo mismo: “Que estudien, que se formen, porque la educación es lo que les va a permitir salir adelante”. Hoy, su prima empezó a estudiar Letras y es un orgullo. Es la segunda universitaria de la familia.
"La verdad que para mí fue un esfuerzo enorme. Por eso considero que las declaraciones de Vidal son un insulto para mí y para todos los que pudimos estudiar aun con todos los contratiempos.” Cintia Ruiz
LA PRIMERA DE SU FAMILIA. Fernanda Cartolano es periodista. Se crió en una familia muy humilde. “Trabajé desde los 15 años. Fregué pisos que no eran los de mi casa por dinero y desde mi niñez, ayudé en mi familia. Salí a la calle -caminando o en bici- para vender rosquitas y otras comidas caseras que hacía mi mamá”, cuenta la egresada de la UNLZ.
Siempre asistió a la escuela pública. Desde el jardín, naturalizó “el almuerzo en los comedores, la ropa regalada y la negación a las golosinas por no poder comprarlas”, comenta.
“Entendí todo a duras penas. Crecí, enfermé. A los 17 enloquecí, pero decidí. Y así, me anoté en la UNLZ. Hice una carrera que me costó mucho mantener. Aprendí muchísimas cosas. La experiencia de la militancia, debates políticos y filosóficos, hacerme respetar, mi conciencia de clase, a luchar por mis derechos y asumir cuándo y cómo suelen ser violentados”, remarcó. Y se convirtió en la primera licenciada de su familia.
"JAMÁS ME SENTÍ LIMITADO." La historia de Gian es dura, aunque tiene sus matices. “Soy hijo de pobres, pobres reales no los de la literatura”, remarca. “Mi viejo jamás me reconoció, mi vieja peleó por mí y por mis hermanos desde el primer día que se quedó sola en Buenos Aires”, relata.
“Mi vieja repartía tarjetitas en los trenes para darnos de comer. Trabajó con cama adentro, en ferias, tuvo kiosco e incluso salía casa por casa a vender bolas de frailes y roscas para mantenernos y darnos una educación”, agrega.
Vivió más de diez años en una casa de chapa. Pidió para comer, fue a copas de leche. “Soy el primero en mi familia que pudo terminar la escuela secundaria. Para poder hacerlo trabajé todos los fines de semana de mi vida”, explica.
Aprobó e ingresó en la carrera de Letras, con promedio de entre 6 y 8 años de cursada. “Hasta hace poco trabajaba en un correo, hoy soy profesor de Lengua y Literatura, en mi vida creí que por ser pobre no iba a poder ir a la Universidad”, dice.
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